Opinión

Cerco de fuego

Habrán de pasar muchos días, meses tal vez, para que los habitantes del sur de Pontevedra olviden la noche trágica del domingo al lunes cuando una oleada de incendios que se reproducían a medida que  los efectivos  contra incendios ayudados por la valerosa colaboración de los vecinos que defendían sus vidas y haciendas en esta pelea los iban dominando. Un cerco de llamas que abrasó la provincia y sembró el dolor, el miedo y la muerte en ella. Vigo era una ciudad rodeada de fuegos y envuelta en humo negro, reproduciendo en todo su dramatismo una estampa apocalíptica que será difícil de olvidar. Cuando  los rescoldos dejen de humear y podamos recorrer nuestros montes, nuestros bosques y nuestros prados, habremos de pasar el trago amargo de hollar un territorio calcinado que ha ardido como una yesca y cuyo afán devastador se ha llevado por delante dos vidas a las que hay que añadir la de un hombre que se dejó la suya tratando de salvar a su ganado en la provincia de Ourense.

A estas alturas de la película de terror en la que se convirtió Vigo y su área de influencia el pasado domingo, pocos dudan de la intencionalidad de estos sucesos. Focos que saltaban a escasa distancia y en territorios urbanos ofrecían un perfil imposible de brotar con carácter espontáneo. Era un infierno calculado el que los vecinos de las parroquias de Vigo hubieron de padecer luchando a brazo partido en la calle y cualquier persona de bien, aún con el susto en el cuerpo, se pregunta horrorizada qué interés esconde todo esto. Qué puede incitar a manos criminales pegarle fuego a una naturaleza que nos sirve lealmente, y cuáles son los fines de este crimen execrable que sus responsables deberán pagar. Hubo  planificación y hubo estrategia para aprovechar  el momento adecuado porque, para causar el mayor daño posible, el domingo era el mejor día. La cola de un huracán que pasa rumbo al norte produciendo vientos calientes muy fuertes y perfectamente útiles para aventar las llamas y fecha fijada por la meteorología como final de un ciclo inusualmente veraniego y seco que debe dejar paso a otro húmedo y lluvioso que dificultaría los incendios… Todo completamente dispuesto. 

La tragedia de Galicia le ha ganado por la mano a Puigdemont y le ha hurtado su minuto de gloria. Le ha demostrado al independentismo catalán no solo que el “procés” se  torna anécdota ante temas verdaderamente serios, sino que en estas situaciones difíciles que ponen a prueba la capacidad del ser humano, triunfa la generosidad, la solidaridad y el sacrificio. Que es precisamente todo lo contrario de lo que esgrime esta causa la Cataluña soberbia, arrogante  e insolidaria aprendiendo.

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