Opinión

De chiringuitos y playas

Sospecho que Pedro Sánchez es un personaje no usual y de reacciones sorprendentes, capaz de hacer todo lo contrario de lo que dicta el sentido común al menos en materias tan susceptibles de control y buena administración como su propia imagen y la del colectivo que representa. Responsable máximo de una formación política pionera con siglo y medio de historia a la espalda que fue espejo de la izquierda moderada gracias al sacrificio y al generoso talante de su ejemplar fundador, el tipógrafo gallego Pablo Iglesias, en ocasiones parece no comprender ese comprometido significado y, por tanto, procede por libre dándole aparente puerta a aquellos valores que se conjugaron en la ceremonia fundacional de la taberna madrileña de Labra en el último tercio del siglo XIX y que constituyeron la esencia de la existencia del veterano partido.

Sabiéndose blanco de casi todas las miradas y despreciando ostensiblemente esa circunstancia que le convierte en motivo de debate por su comportamiento político y también personal, el líder socialista se ha liado la manta a la cabeza y se ha convertido en un consumado peregrino por los chiringuitos de las más concurridas y festivas playas de España desde Mojácar a Ibiza, ofreciendo junto a su atractiva esposa, una imagen de joven veraneante, burgués, feliz y despreocupado que rima muy difícilmente con esa otra vertiente de su persona pública, designada por los diferentes avatares de la política nacional como pieza maestra para alcanzar la gobernabilidad de un país que lleva trescientos y pico días con un gobierno en situación de precario.

No digo yo que Pedro Sánchez no tenga derecho a veranear, a marcharse con su familia donde le dé la gana, fotografiarse en traje de baño o con gorra, embozo y gafas ahumadas, y recorrer el litoral español tomando el sol en los lugares que más le apetezca y probando las delicias culinarias de cada garito al borde de cada playa, pero la prudencia parece aconsejar un comportamiento algo menos trivial que el que el joven político muestra teniendo en cuenta lo que nos estamos jugando y el papel que Sánchez desempeña en este delicado cotarro. Sánchez tiende a la inmoderación y al desafío. Y eso le puede acarrear tarjeta roja. Allá él sin embargo.

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