Opinión

La cola de la sorpresa

Como quiera que la entrevista que publicó el martes “El Mundo” con Juan Luis Cebrián me dejó más tieso que un kilo de mojama, tomé de inmediato el teléfono y apelé a alguna de mis fuentes más fiables, gentes de bien y periodistas de raza que han tenido que lidiar durante años de profesión con los caprichos, las veleidades y pálpitos del interfecto. Tengo un gran amigo veterano a su vez que ha estado en “El País” desde sus primeras hornadas  que me transmitía extasiado  el terremoto que las manifestaciones de Cebrián habían producido en todos los mentideros de la clase política capitalina. El Madrid ilustrado en la materia que estaba, al parecer, patas arriba tras las tempestuosas declaraciones de quien ocupa la silla que hay en la punta de la pirámide del grupo Prisa. Mis amigotes los analistas madrileños que se las han visto con Cebrián a un lado u otro de las trincheras tienen opiniones varias sobre aquello que ha podido desencadenar este apabullante comportamiento capaz de exigir al Gobierno que aplique sus muchas y poderosas razones en Cataluña sin aditivos ni colorantes. Que ponga en marcha el artículo 115, recupere la autonomía catalana hoy en manos de una panda de sinvergüenzas y exija responsabilidades penales a Mas. Y si es culpable, que le metan en la cárcel. ¿No estuvo en la cárcel Mario Conde por estafador? Pues si Mas se ha ganado la pena de prisión por sedicioso que ingrese. Y punto pelota… 

En todo caso, y comprendiendo el impacto mediático que ha generado esta declaraciones de intenciones que tiene a la clase política en estado patitieso, convendría no olvidar que este espectador privilegiado de la Transición que contribuyó a ella desde la prodigiosa atalaya de un periódico progresista sustentado paradójicamente por accionistas casi todos de la derecha –recuérdese que Fraga fue uno de los más entusiastas accionistas del nuevo periódico junto con  Areilza por poner un ejemplo- es a día de hoy un sujeto pensante de la izquierda ilustrada que gentes como Pedro Sánchez y sus directos colaboradores desprecian por caduca, apoltronada y estrecha. Es un santón instalado en el confort más exquisito que pontifica y pontifica, que hace pareja de mus con otro poncio antiguamente progresista como Felipe y que ambos están más pendientes de las cotizaciones de la Bolsa que de las ideas. Habrá que estar pendiente por si estas declaraciones son antesala de una operación comercial a lo bestia.

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