Opinión

Los combates del siglo

Sé que mi viejo amigo Paco Amoedo torcerá el gesto cuando lo lea, pero es verdad que hace algunos años que me desvinculé casi definitivamente del boxeo. Fui muy aficionado al noble arte, presencié muchas veladas, asistí a muchas peleas con grandes campeones sobre la lona, y conocí muchos de los más afamados y gustosos templos de este deporte añejo y cargado de mítica y poesía especialmente en aquel Madrid de los sesenta y los setenta donde se han escrito algunas de las más hermosas páginas del pugilismo patrio.

Con esa misma afición me trasladé al Vigo de mi juvenil presencia y disfruté mucho con ello. Conocí a un honrado abanico de excelentes boxeadores y mejores personas porque en el boxeo lo mejor son los boxeadores, cuajados de cicatrices y buenos sentimientos. Uno no acaba de comprender cómo dos tíos que se han tundido a bofetadas y se han puesto las narices y los ojos como alcachofas pueden abrazarse sudoroso y exhaustos como los mejores amigos del mundo tras el tañido del último gong que pone término a la batalla, pero así ha sido desde siempre y así espero que siga siendo. En contra de lo que dicen las novelas y el cine negro, los pugilistas son, en general hombres sensatos, sencillos, honestos, adorables y muy, pero que muy serios.

Será por eso por lo que el fenómeno Maywether versus Paquiao me ha dejado ligeramente indiferente, quizá porque el boxeo que yo vi y el que respiré al borde mismo de las maromas poco tenía que ver con este excéntrico circo mediático y multimillonario que ha vuelto a coronar a Floyd Maywether que es, según mis cálculos, el deportista mejor pagado del planeta.

Lo que yo he visto del combate me obliga a sospechar que cualquier tiempo pasado fue mejor y me recuerda aquella generación irrepetible de pesos welters, superwelters y hasta medios, compuesta por Tommy “la Cobra” Hearns, Wilfredo Benítez, Marvin “Marvelous” Hagler, Ray “Sugar” Leonard, Roberto “Mano de Piedra” Durán o Héctor “el Macho” Camacho, que se pasaron años discutiendo entre ellos quién era el boxeador más maravillosos del planeta y contra los que, bien me lo temo, ni Paquiao ni Maywether hubieran resistido en pie más de dos asaltos. Los viejos y buenos tiempos casi nunca vuelven.

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