Opinión

Cuestión de cálculo

Pedro Sánchez ha respondido a la pregunta que la oposición le formuló sobre el precio de su viaje en el Falcon para que el matrimonio se desplazara este verano a Castellón donde asistió a un concierto de rock, que la cosa ha venido a salir por 282’93 euros, lo cual es tan cierto como lo que el presidente dijo sobre convocar elecciones. A Sánchez se le ha olvidado añadir a esta cifra el precio de los galones de gasolina que se bebe un avión en cada vuelo, a no ser que el aparato funcione a pedales. Durante la guerra de Secesión, los estados del Sur utilizaron por primera vez en funciones de combate un sumergible, el cual se desplazaba mediante un eje tendido de proa a popa que impulsaban, a la usanza de un molinete, los propios tripulantes del prototipo. Si el aparato de la Fuerza Aérea que se adscribe al servicio del jefe de Gobierno se mueve igual que el sumergible confederado no hay mucho más que comentar y se podría dar por buena esta cifra. Pero si –como da toda la impresión- es un avión del siglo XX, entonces tenemos un problema.

Un avión de las características de este Falcon 900 de fabricación francesa gasta en viajes largos una media de 1.200 litros de queroseno cada hora. Se da la circunstancia, sin embargo, de que un desplazamiento entre Madrid y Castellón es mucho más costoso que otro entre Madrid y Londres, porque cualquier aparato consume más combustible en el primer periodo del vuelo que en la siguiente etapa cuando alcanza la velocidad de crucero. En el vuelo que la pareja presidencial hizo para asistir al FIM de Benicassim  el avión de la Fuerza Aérea pudo gastar el doble, es decir en torno a los 2.200.

El problema de Sánchez, por tanto, es de cálculo más que de otra cosa. Por ejemplo, las últimas encuestas que le pronostican ganador de las elecciones, ofrecen también un panorama completamente diferente al antiguo del bipartidismo. Por tanto su euforia es fruto del mismo problema de cálculo. En realidad, se le augura un 22’5% del Hemiciclo: es decir, más o menos los mismos escaños con los que cuenta ahora. Lo que antes se repartían dos partidos ahora se lo reparten cinco. Si aprendiera a sumar, qué bien le iría al presidente.

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