Opinión

La debilidad de la carne

El problema capital que plantean los mensajes emitidos por los representantes políticos y que circulan normalmente cuando aquellos que los apadrinan no están en tareas de gobernar, es que puede llegar la hora en la que haya que cumplirlos. Se trata de una situación que tiene dos caras casi siempre opuestas para que el momento sea aún más vibrante. Por un lado, la necesidad de ser fiel a aquello que con antelación se ha planteado. Por el otro, el subidón de sentirse poderoso y satisfecho de haber conquistado la cima. Misión cumplida y ahora lo que molaría es ser fiel a uno mismo y cumplir lo pactado. Desgraciadamente, no siempre se respeta ese precepto.

Se me ocurre fantasear sobre este comprometido asunto cuando me encuentro con los diputados de Podemos y afines a la causa diciendo “qué hay de lo mío” y pidiendo en la secretaría del Congreso el llamado y apetitoso bono-taxi. Se trata, por si alguien no está en el debate, de una prerrogativa de los parlamentarios a los que se les adjudica de oficio una cantidad anual fijada en 3.000 euros para que la gasten en desplazamientos usando para ello los taxis de Madrid. No parece desde luego ni una cantidad excesiva ni siquiera una prebenda exagerada, teniendo en cuenta las muchas de las que han disfrutado sus señorías por el mero hecho de serlo. Pero después de escuchar las cansinas letanías de Pablo Iglesias y los suyos sobre cómo hay que comportarse para no ser equiparado a la casta, la primera reacción de sus parlamentarios tratando de disfrutar del bono-taxi deja mal sabor de boca porque demuestra que en cuanto se rascan privilegios y esos privilegios son tan calientes como los que te elevan por encima de los demás mortales, la renuncia se vuelve turbia y cuesta un riñón aceptarla.

Sospecho que a Podemos le va a perseguir su ferocidad de campaña y sus muchas muletillas electorales. Especialmente la de la casta. Porque una vez llegados al Parlamento ya son de la casta incluso aunque no quieran serlo. Lo malo de todo esto es que sí quieren serlo y se pirran por escalar hasta una situación tan molona y confortable. La carne es débil y siguiendo su hilo, mañana hablaremos de las puertas giratorias. No se me vayan.

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