Opinión

Derecho a manifestarse

Siempre he entendido el derecho a manifestarse como una competencia a la que no se puede renunciar, si bien estimo muy necesario reflexionar también sobre qué manifestaciones son necesarias y que compañeros de manifestación merecen la pena. Se trata de un ejercicio de libertad tan legítimo como el propio ejercicio de manifestarse. Y además implica juicio razonado y sentido común, dos actitudes que no abundan en estos tiempos.

Por ejemplo, no me explico cómo las ministras del Gobierno que está ejerciendo el poder en ese momento pueden salir a la calle a manifestarse, porque, en realidad, se están manifestando contra ellas mismas que en esos momentos son las únicas que tienen la potestad de cambiar las cosas. La pasada manifestación en la defensa de los derechos de la mujer y en contra de la brecha salarial era sumamente coherente en el noventa por ciento de las participantes pero no en el gabinete, convertido en una troupe de majorettes saltando sobre sí mismas y criticando su propia actuación que es una de esas posiciones que sorprende por su probada imbecilidad.

Ahora mismo, un millón de personas pide en Londres la celebración de un nuevo referéndum sobre la separación del Reino Unido del resto de los países de la Unión Europea, una muestra más de la estupidez humana. Es cierto que el referéndum no tocaba, y es cierto también que obtuvo un resultado capaz de sorprender a las dos fracciones en litigio. Pero el referéndum se celebró arropado por todas las bendiciones jurídicas y democráticas de un país que es irreprochable en ese aspecto y que representa una de las democracias más viejas y estables del mundo.

En mi opinión, todas estas representaciones saineteras lo único que logran es degradar el tejido democrático, lesionando gravemente las instituciones y menospreciando la inteligencia de los votantes. Son actuaciones que hacen daño y erosionan, así que vamos a tratar de comportarnos honestamente respetando lo que es imprescindible respetar. Esas ministras coreando lemas políticos del 1º de BUP, vestidas a la última y guapas de la muerte, tirando piedras contra su propio tejado hacen el mismo daño que el millón de británicos planteando en la calle lo que no han sabido legitimar en las urnas. Allá ellos.

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