Opinión

Desde Waterloo con amor

El primer ministro de Tabarnia, Albert Boadella, acompañado de tres de sus colaboradores más cercanos, -el ministro de Deportes, Tomás Guash, el portavoz, Jaume  Vives y el presidente de la Plataforma, Miguel Martínez- han visitado los aledaños de la vivienda de lujo que alberga al prófugo Puigdemont en la ciudad belga de Waterloo, la misma en la que se produjo la rendición definitiva de Bonaparte que le valió su destierro de por vida a la isla de Santa Helena.

Los cuatro se han apostado en el portal del lujoso chalet cuyo coste de alquiler es de 4.000 al mes y han invitado al residente a que diera la cara. “Carlitos, no te escondas tras los visillos” le han gritado agitando paraguas decorados con la seyera. “Sal y mantén con nosotros una conferencia al más bajo nivel para que te contemos la que nos has liado le” han repetido los visitantes desde la acera entre grades risotadas. 

La verdad es que Puigdemont no estaba agazapado tras las cortinas de su vivienda y ni siquiera se encontraba en Bélgica durante el día de ayer porque, siguiendo esa costumbre de hacer bolos que ha acabado por caracterizarlo, se había marchado a Helsinki atendiendo la invitación de un diputado fines al que probablemente habrá convencido de la justicia de su causa porque los escandinavos se creen cualquier cosa.

Pugdemont sale con cierta frecuencia de esta residencia en la que habita para darse una vuelta por otros países que no son el que tan graciosamente le ha brindado asilo y domicilio estable gracias a la candidez de su Código Penal o a la poca simpatía que los belgas nos tienen en general a los españoles que tanto da.

Personalmente y aunque siento que Boadella y sus amigos hayan viajado a Waterloo en vano, lo que en verdad me pregunto y no acierto a responderme es quién está pagando esta fortuna que financia la vacuidad de un sujeto que ya no es ni siquiera candidato a presidir el Parlamento de su tierra. Puigdemont ya no es nada.

Un fugado de la Justicia española a cuya acción habrá de tener que enfrentase tarde o temprano. La vida de este personaje cuesta una verdadera pasta y, o bien  Puigdemont ha robado a destajo durante su tiempo gobernando –en Cataluña varios políticos lo han hecho sin sonrojo y se han puesto morados- o alguien lo está financiando con dinero público una parte del cuál lo he puesto yo de mi propio bolsillo, de cuarenta años de cotización y de mi pensión actual que también cotiza y de qué manera.

Me gustaría saber cuánto y cómo está cotizando el ex presidente catalán en su dorada diáspora.
En mi modestia condición y como clase pasiva, voto porque a este tío le metan mano. Que ya va siendo hora…

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