Opinión

Dos cabalgan juntos

Al tiempo que la ministra de Sanidad se rendía y dimitía de su cargo, acorralada por las evidencias que ponían de manifiesto otro master obtenido de modo irregular, el titular de Asuntos Exteriores expresaba en un acto público que, a título personal, prefería que no hubiera presos catalanes. Tanto Carmen Montón como Josep Borrell ostentaban en ese instante un cargo de especial relevancia de cuya trascendencia es posible que no se hayan percatado porque de otra forma, sus actitudes no se entienden.

Josep Borrell es el titular de Exteriores del Gobierno de España y mientras lo sea sus opiniones personales se guardan. Mucho más si esas opiniones contradicen las decisiones de los tribunales de Justicia del país de cuyo gabinete de gobernación es integrante. Es muy dueño el señor Borrell de opinar que sus paisanos deberían estar en la calle, pero debe hacerlo en la soledad de su santuario y sin airearlo, porque si lo hace como así ha sido, está mostrándose en rebeldía con el orden jurídico que ha jurado defender y entonces, o se lo piensa como es debido, entiende la magnitud de sus declaraciones, acepta la necedad de su acto y dimite, o ha de ser inmediatamente cesado por el jefe de Gobierno que lo puso en este cargo. 

En cuanto a Carmen Montón, cabe afirmarse en parecidos términos porque ella sabía que había cometido irregularidades académicas graves, porque estaba convencida de que saldrían a la luz y le sacarían los colores especialmente con Cifuentes como referencia. Y porque hay que ser leal y hay que rechazar ofertas políticas deslumbrantes si no se es irreprochable. A pesar de su defensa -absurda y penosa por otra parte- y su deseo de acochinarse en tablas con el respaldo previo de su presidente al que ha engañado, la realidad pura y dura no puede ser rebatida. No asistió a clase y la informática no podía sustituir a la presencia, y para colmo de males, copió la mayor parte del trabajo final que le otorgaba el título. No hay mucho más que decir.

Sí lo hay en realidad. La Universidad debe expiar sus culpas para recuperar un prestigio que ha dilapidado de manera indignante. Y, por otro lado, Sánchez debe convocar elecciones cuanto antes. Así no se puede gobernar. Lo sabemos todos y él también lo sabe.

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