Opinión

Dos mujeres y un destino

Las escuchas efectuadas por el antiguo comisario José Manuel Villarejo, filtradas a algunos medios de comunicación, se han llevado por delante a una mujer con una presencia larga e intensa en la vida política como es Dolores de Cospedal. Las cintas grabadas en su momento, en las que se ponen de manifiesto varios encuentros con este turbio personaje, han colocado a Cospedal en una situación insostenible. Y a medida que el público conoce por esas grabaciones que el marido de la diputada popular fue el encargado de pactar los encuentros que derivaron en el encargo de varios trabajos a desarrollar por el antiguo policía entre los que figuraban el rastreo de Arenas por un lado y el del hermano de Rubalcaba por otro, la capacidad de maniobra de la diputada se ha ido acortando hasta que los acontecimientos la han obligado a renunciar a todos los cargos que ostenta en el organigrama de su partido. No dimitirá por el momento como diputada pero convengamos que su suerte está echada y no hay mucho más que especular al respecto.

El efecto Villarejo ha pulverizado a Cospedal y tarde o temprano se llevará por delante a la ministra de Justicia cuya situación resulta del indefendible mismo modo. Y ha acabado con sus posibilidades de gestión incluso en el caso de que su mentor y presidente del Gobierno decidiera mantenerla en el cargo que ocupa. Dolores Delgado es ya un personaje desprovisto de autoridad para ejercer su ministerio y no hay posibilidades de recuperarla porque el colectivo que tiene que gobernar le ha perdido el respeto. Ambas Dolores han caído por la misma mano.

Pero con independencia de esta situación personal que afecta a dos mujeres unidas por un mismo nombre y separadas por su ideario político, lo que debería ser materia de reflexión para toda la sociedad es la influencia que estas filtraciones del ex comisario Villarejo ejercen sobre el núcleo más profundo del Estado democrático. El que pone en entredicho la honestidad de sus propias instituciones y la alarmante y tenebrosa oscuridad de sus comportamientos. Villarejo y sus escuchas nos ofrecen una panorámica viscosa de la labor de Gobierno. Nos descubre en un lado y en el otro de los grandes partidos, la trágica presencia de sus sentinas. Eso es lo verdaderamente grave.

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