Opinión

Ejemplos amargos

El antiguo jefe de los Mossos ya sabe cuál es el destino que le cabe, ganado a pulso por su fidelidad a prueba incluso de conciencia  propia, que el policía ha aceptado con talante manso lo que demuestra su convencimiento sobre la justicia y conveniencia de la plaza administrativa adjudicada. Ha sido enviado a recortar papeles en un negociado recóndito a la espera de aquello que la Justicia le demande, respetando escrupulosamente su situación laboral y sus retribuciones. Nada de tareas operativas, nada de exposición mediática. Un destino oscuro y silencioso en el que no existan ni mando ni responsabilidades. Perfil bajo y a la sombra, horario riguroso, buenos días, buenas tardes, buenas noches. Así hasta que los tribunales tomen sus decisiones.

Trapero es una muestra exacta de la debacle. Un ejemplo amargo y descolorido de una situación que es a estas alturas ejemplo universal de ridículo, referencia de vergonzante cobardía y semilla de desbandada. Salvo la imbecilidad sorprendente de la Justicia belga que a estas alturas de la película pregunta cómo son las cárceles españolas para calibrar si autoriza la extradición de Puigdemont, el todo titirimundi medita abiertamente en torno a esta fracaso manifiesto en el que algunos secesionistas tratan de aventar los rescoldos con la vista puesta en la convocatoria del 21-D. Es por ello por lo que la gente corriente se acuerda  un minuto cada dos días de que los Jordis están en la trena, de que había un tal Junqueras que se las creía divinas y que también está a la sombra, de que Forcadell prometió no dar un paso atrás y los ha dado todos. y de que a los dos máximos contribuyentes a este sainete todavía existen. Puigdemont  que se ha cambiado de sitio la raya y el indecoroso Artur Mas que  también habrá de responder algún día de sus desmanes y que a la hora de redactar estas líneas buscaba desesperadamente  la complicidad de sus paisanos. Está empeñado en que la cantidad que le pide el Tribunal de Cuentas por sus despropósitos conscientes se la paguen de su bolsillo sus paisanos los catalanes. Cuando Hacienda trincó a Lola Flores defraudando, la Faraona pensó en una solución similar. Que cada español que tanto me quiere a los que tanto quiero pusiera un durito de su bolsillo y se le acababan de ese modo todas sus penas. Todo muy racial y muy folclórico.

Mas es, en mi opinión, el peor de toda esta incalificable y desastrosa tropa. Y que no se olvide: con él empezó todo.

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