Opinión

El juicio de Pamplona

La comprensible y necesaria presión de la sociedad para incrementar en rigor el tratamiento jurídico de los delitos de agresión sexual y la trascendencia de los hechos concretos que se juzgan, puede hacer del juicio de Pamplona una referencia forense. Las noticias que llegan desde la sala donde se juzga un episodio aparentemente estremecedor son sin embargo  contradictorias y  expresan dos concepciones muy distintas. En esta vista se juzga un suceso  en el que un grupo de hombres vigorosos y crecidos por el ambiente al que acudían en demanda de emociones fuertes y aventuras al filo –las celebraciones de San Fermín que, desde hace ya muchos años se caracterizan por un alarmante desenfreno, especialmente agudizado por alcohol y hormonas derrochado todo a manos llenas- aparecen como presuntos responsables de la violación violenta y en grupo de una joven de dieciocho años perpetrada en el portal de una vivienda en el centro de la capital navarra en plenas fiestas. Los hombres a los que se juzgan proceden de Sevilla, se hacen llamar “La Manada”, y muchos de ellos cuentan con antecedentes por desmanes y comportamientos violentos.

El universo judicial es un campo muy complejo y tradicionalmente velado para los legos. Pero no es infrecuente que los caminos por los que discurre cualquier procedimiento choquen frontalmente contra las suposiciones que una mayoría social elabora sobre el tema, y tampoco es raro que la gente corriente se sorprenda del contenido de las sentencias. Este caso, adobado por sus especiales características y en principio completamente inclinado por la opinión pública hacia el lado del más débil, no parece asociar las percepciones del público con el discurso que se abre paso en el juicio, y hay un temor creciente de que la sentencia no contenga la severidad que el común desea como castigo a unos supuestos perversos y la bestialidad de unos sujetos tenidos por agresores sexuales  y capaces de filmar sus fechorías una vez cometidas y ufanarse de ellas.

Existen seguro matices en este escenario brutal pero  el relato  anima la sospecha de que se juzga a los  integrantes de “La Manada” pero también a la muchacha a la que la policía encontró sentada en un banco en estado de shock tras circular de mano en mano en la oscuridad del portal –en  el que tal vez entró con consentimiento sin saber a los que se enfrentaba- como una pelota según un testimonio de sala. Hay que confiar, sin embargo, en que la Justicia haga su trabajo. Encierre a los malos y premie a los buenos.

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