Opinión

El VAR del Congreso

Desde la distancia nos damos a contemplar los periféricos este espectáculo ofrecido en el Hemiciclo que necesita del VAR como la Liga profesional de fútbol. Si se siguen produciendo situaciones parecidas a la del supuesto escupitajo lanzado por el diputado independentista Joan Salvador al rostro de Borrell cuando, acompañando en ejercicio solidario al expulsado Gabriel Rufián pasó por el escaño que ocupa el ministro, más vale que aboguemos por la implantación del sistema ya en vigor para los partidos de Primera División instalando un campamento similar en el Congreso de los Diputados.

Y aún así, a pesar de las sucesivas repeticiones de la jugada que nos han ofrecido numerosos programas informativos, no existe certeza de que Salvador escupiera a Borrell, pero sí se advierte la crispación al límite en la escena. Si Salvador no escupe, al menos mueve los carrillos. Si la agresión no existió como tal, sí se advierte en el gesto del diputado un acento salvaje que viene de lejos y que se plasma en el meneo acampanado de sus poderosas mejillas.

En mi opinión, si no hubo gargajo fue porque Salvador se tentó en el último segundo como le pasó al comandante Franco y sus aviadores republicanos rebeldes partiendo de Cuatro Vientos. Fueron a bombardear el Palacio Real y en el último instante, y al ver que había niños jugando en la plaza, en lugar de tirar bombas, tiraron octavillas y continuaron su ruta huyendo por patas a Portugal. Salvador no necesita ir a ningún lado. Sobre todo ahora que sabemos que ha recibido numerosos mensajes de compañeros del ministro vejado señalándole que no hubo escupitajo, ni bufido, ni nada de nada y que ellos son testigos. Al menos eso dice el diputado de ERC que además le exige que pida perdón y que dimita. Si eso fuera cierto y yo fuera Borrell, mandaba a la mierda a todos mis compañeros de partido, incluyendo en el lote a Cristina Carbona -con la que se acaba de casar tras 20 años de convivencia- que es su presidenta y, de paso, a Pedro Sánchez que no ha movido ni un dedo por defenderlo.

De lo que se dice materia de Exteriores, poco ha currado Josep Borrell que ahora tiene para entretenerse con Gibraltar y el Brexit. Pero paciencia, y capacidad de aguante, la ha mostrado infinita.
 

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