Opinión

La entrevista soñada

 

Como muchos otros lectores más o menos avezados de la prensa nacional, permanezco a estas horas y todavía en estado de shock anafiláctico tras contemplar primero y leer más tarde, la entrevista que el diario “El Mundo” publicaba ayer con Juan Luis Cabríán firmada por Cayetana Álvarez de Toledo. No es frecuente que un periódico dedique tres páginas de su quehacer diario a plasmar una conversación con el mandamás absoluto de su directa competencia, pero una vez superada la primera impresión que es de una intensidad incomparable, la entrevista se muestra como lo que es. Un diálogo a degüello entre una entrevistadora insobornable y un sujeto que acaba de lanzar al mercado un libro de memorias y que en su pecado –más bien sus múltiples pecados que los hay y gordos- lleva su penitencia que la entrevista descubre.

Como el Real Madrid cuando se decide a presionar sin perdón ni descanso desde el primer minuto al equipo de enfrente a la altura de la portería contraria, Cayetana Álvarez de Toledo también ,o hace y se propone demostrar la vulnerabilidad del pensamiento de Cebarían, su precario juicio, sus filias y sus fobias, los atrabiliarios motivos que determinan esos odios y esos amores, su pasado ligado por parte paterna e incluso por la suya propia al antiguo régimen y, sobre todo, sus históricas y culpables meteduras de pata. Por eso, las tres planas en las que se desarrolla esta paradójica conversación en tonos mayores se manifiestan a la postre como un triunfo estrepitoso de la interrogadora al mismo tiempo que rebelan la rendición casi incondicional del interrogado. El interrogado es un presumido irredento y un personaje que no está ni quiere estar enterado de sus propias limitaciones. De nos ser así, no habría aceptado semejante prueba de fuego. Yo, por mi parte, no lo hubiera hecho. Pero yo no soy un ególatra de tomo y lomo como Juan Luis Cebrián.

El único modo de procesar todo lo que aparece en esta entrevista sin que se escape nada es leyéndosela de cabo a rabo, pero baste saber que, acosado por una interlocutora que le pone en un brete en cada cuestión, Cebrián no se resiste en recomendar al Gobierno que mande a la Guardia Civil a Cataluña para resolver el entuerto nacionalista y proclama sin inmutarse que Mas debería ir a la cárcel. La alianza de su diario “El País” con el PSOE y su odio a Aznar se producen a raíz de Sogecable  y muchas cosas más igual de apasionantes y sonadas. Yo aún me estoy recuperando.

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