Opinión

Dos en su espacio antinatural

Una de las muestras más palpables y persistentes de que el sujeto se sumerge en la vejez es su creciente incapacidad para comprender lo que se produce en su derredor. El sujeto encuentra absolutamente indescifrable parte del universo en el que habita y comienza a abrirse paso en su ánimo y en su cerebro ese concepto tantas veces repetido de que cualquier tiempo pasado fue mejor porque entonces me enteraba yo de las cosas y ahora no me entero de nada, vaya por Dios.

A mí me sucede con cierta frecuencia pero, al contrario de otros muchos individuos de mi edad y generación, no me avengo a culparme de esa falta de sintonía a mí mismo sino que suelo responsabilizar de ello a la otra parte. Sí yo soy un tipo con una cierta cultura, formado y experimentado, no es lógico que no comprenda. Lo lógico es que quienes estén equivocados sean los demás. Por ejemplo y para que nos vayamos entendiendo, quienes tienen poco sentido son los comportamientos de ciertos diarios y no el lector que se los echa a la vista y se queda perplejo al leer sus contenidos.

Como la mayor parte de los que catamos periódicos de diferente tendencia, me he visto en la necesidad de reflexionar sobre la carta firmada por Puigdemont y Junqueras que el diario “El País” publicó a todo trapo con anuncio a cuatro columnas en primera. Y no obedece mi sorpresa al contenido de la misiva que es lo de siempre, una auténtica mamarrachada que ni siquiera está razonada convenientemente para que el argumento de la propuesta guarde algún sentido, sino por el tratamiento desmesurado e ilógico que el diario le otorga.

El texto es una cataplasma redactada por dos alumnos de primaria y los conceptos resultan tan pintorescos que apenas resisten el análisis de un mediano constitucionalista. Pero esa no es la cuestión de fondo sino el comportamiento del rotativo otorgando una cancha desmesurada y absurda a quien no lo merece. Y alentando una posición que se sabe ilegal y por ello indefendible. Una postura que deberían haber frenado las propias instituciones catalanas si hubieran tenido dos dedos de frente y que ahora se tienen que comer. Pero que esas instituciones centenarias no hayan cumplido con su deber no legitima ni a esta pareja de cómicos ni a los diarios que les bailan sorprendentemente el agua.

Te puede interesar