Opinión

El honor de un periodista

Los grandes hombres suelen dejar para que la historia los perpetúe frases potentes que se les ocurren simplemente porque son grandes. Cuando a Ben Bradlee le preguntaron cuál era el secreto para ser un buen director de periódicos, contestó que el único secreto era tener un buen editor. Y cuando, en una de sus frecuentes conferencias pronunciadas en la Universidad , un joven estudiante le pidió que definiera el periodismo, aquel insigne veterano gloria del oficio y azote del presidente Nixon desde las páginas del histórico “Washington Post” que puso al desnudo el escándalo del hotel Watergate, respondió sin más. “Periodismo no es otra cosa que contar la verdad”. Como dijo el gran Boskov, “fútbol es fútbol”.

Se ha muerto Benjamin Bradlee uno de los periodista más justamente famosos y populares de la ya larga y onerosa existencia de este oficio sin igual que a veces es tan hermoso como un domingo en el campo y otras veces pesa tanto como el remo de una galera. Las generaciones más jóvenes tiene de él un concepto historicista amorfo y desnudo de cualquier sentimiento que se basa en la distancia y en las diferencias establecidas por el inapelable paso del tiempo, que es el mismo que se puede tener de Napoleón, porque los periodistas de ahora mismo tienen a su disposición tantos recursos para ejercer la tarea que la más primordial de ellas, la cuál como todo el mundo sabe consiste en ganarse la noticia corriendo detrás de ella como un perro, ya les queda muy lejos. Lo más seguro es que ni sepan cómo es eso de ir con la lengua fuera ni hacerlo así les parezca sensato.

Ben Bradlee, es para toda una generación de periodistas que crecimos aspirando a poder decir la verdad hasta que nos salimos con la nuestra, un ejemplo y un referente que no debemos olvidar porque es carne y sangre de nuestro propio compromiso. El periodista sale al mundo dispuesto a ser sincero, a que no le manejen, a que no le zarandeen, a escribir lo que ve y a contar lo que pueda ser rigurosamente demostrado, pero no siempre se puede conseguir y los días pasan y le hacen a uno torpe, conformista y predecible. En el caso de Bradlee cabe suponerse que estuvo muy cerca de ser el mejor de todos nosotros. Gloria, honor y perpetuo recuerdo.

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