Opinión

La indeseable realidad

Mientras el presidente Sánchez y señora colman todas sus aspiraciones de reconocimiento internacional consiguiendo la apetecida foto con Donald Trump en Washington que demuestra su presencia en las cocinas del orden mundial, las puertas del infierno se abren a su Ejecutivo abrasado por un rosario de situaciones indeseables que están viendo la luz con la demoledora celeridad que caracteriza a las pandemias pero con el ritmo a cuentagotas que alguien gradúa sabiamente. Existe en todos los presidentes nacionales una irrefrenable tentación de saltar al extranjero cuando pintan bastos, dejando atrás el mundo doméstico pródigo en disgustos, malas noticias, problemas de toda condición, manifestaciones, descontento, peleas internas, peticiones sobre qué hay de lo mío y debates a cara de perro, y eso es lo que ha hecho Pedro Sánchez tras explicar a los cuatro vientos y en cada foro donde han solicitado su presencia que él es el presidente. Y que se arreglen los que queden.

Bien mirado no está tan mal. Hace menos de un año, Sánchez estaba defenestrado, con un partido propio que lo quería muerto y una sensación de fracaso vivo que por las noches le aconsejaba dejarlo y dedicarse a la docencia donde aún tenía hueco. Pocos meses después, y a cuenta de carambolas, ha llegado a su meta en la Moncloa, ha colocado a su princesa en un altar, y es primer ministro y todo eso, aunque bien pensado, los plazos se acortan y el panorama no deja muchos resquicios a la esperanza. Sánchez  se esforzó en elegir un gabinete de diseño que está paralizado porque lo improbable es el hermano menor de lo imposible. Para colmo de males, todos los días aparecen historias entrecruzadas que desmoronan el invento. Las grabaciones de la hoy ministra de Justicia en las paparotas con mamoneo de sobremesa a las que acudía acompañando a Garzón le hacen más daño de lo que nunca se le ha hecho a la Administración de Justicia que ella misma gobierna, y que gracias a la grabadora del zorro Villarejo y sus amigotes, se convierte en refugio de extorsionadores, chulos, ampones,  viciosos y puteros. Sin cerrar el capítulo anterior que va a traer cola, se abre uno nuevo. El del chalé de Pedro Duque y la sociedad interpuesta.

¿Pero de verdad no sospechaba este equipo que todo esto iba a saberse? Hace falta ser cándidos y lelos.

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