Opinión

La víctima de la fiesta

La sentencia dictada contra Juana Rivas, a la que la Justicia española acaba de condenar a cinco años de cárcel y seis de prohibición para ver a sus hijos, pone de manifiesto la miseria de sucumbir a manos de auténticos irresponsables que son los que han guiado las acciones de Juana y la que la han conducido a este final de tragedia. Hace tan solo unos meses, todos eran Juana Rivas, y su causa era la causa de un peligroso modo de interpretar el feminismo. Tan peligroso, que ha acabado con ella en prisión para pagar un disparatado comportamiento inducido con el que trataron de ayudarla varios indeseables que hicieron de ella un juguete al que manipularon sin piedad para defender sus fines.

Juana Rivas ha sido una herramienta. Si su caso triunfaba aquellos que se erigieron en sus defensores celebrarían el triunfo, y si fracasaba, sacarían partido de la derrota y utilizarían sin la menor conciencia su castigo. Cinco años le han caído y ha recibido su sentencia en soledad. Quienes guiaron sus pasos, se acercaron a su oído para aconsejarle la aplicación de distintos procedimientos, quienes mostraron su solidaridad de cartón piedra, quienes dijeron que estarían con ella, han salido de estampida, se han escondido… Juana está sola. En realidad, y a tenor de lo ocurrido, siempre lo estuvo. Solo que ella no lo sabía.

Vivimos en un país absurdo y mentiroso que actúa por impulsos y vive por instinto. Es tan visceral y tan excesivo que se afana en promover causas de las que luego se desentiende porque su extrema incultura mezclada con su pasión sin freno produce una mezcla letal que conduce a los más negros abismos.

Quisiera yo saber ahora qué ha sido de la experta en jurisprudencia que la tomó de su lado y la metió en tan espantoso lío. De los muchos políticos que se sumaron a sus peticiones, que juzgaron a la ligera sin tener un conocimiento exacto del episodio y sus múltiples facetas. De los comentaristas de periódicos que se situaron a su lado contemplado una sola cara de la moneda…

Todos han desaparecido. Queda ella con su dolor, su frustración y la tristísima convicción de que ha sido objeto de un desastroso saco de malos consejos. La que va a la cárcel y pierde a sus hijos es ella.

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