Opinión

Lo que tenía que llegar

Lo que tenía que llegar llegó, y por azares del calendario o de cualquier otro agente externo de difícil previsión, lo ha hecho en un marco de intensa y alarmante inestabilidad política, lo que añade argumentos no especialmente deseados de crispación y desequilibrio al desarrollo de este procedimiento. Ayer, en las primeras horas del luz de un día nublado y frío, comenzó en la sede del Tribunal Supremo de Madrid, el juicio contra doce acusados presentes por delitos de rebelión, sedición y malversación de caudales públicos mientras otros cinco de los acusados no se han sentado en el banquillo porque permanecen huidos de la Justicia española en distintos países. Se trata por tanto del proceso contra los independentistas catalanes que promovieron un referéndum ilegal y proclamaron unilateralmente la República de Cataluña en octubre de 2017, y entre los que no se sienta en el banquillo y permanece refugiado en el exterior está Carles Puigdemont, presidente del gobierno autonómico catalán cuando se produjeron los hechos que se juzgan. 

Quien sí está en la sala en este caso como espectador es su sucesor, el actual presidente Quim Torra, sentado en las bancadas del público con su lacito amarillo. Él y la mayoría de los responsables institucionales de Cataluña se han personado en el juicio lo que conduce a pensar que desde el punto de vista administrativo en Cataluña no se va a dar golpe ni va a existir actividad parlamentaria y legislativa alguna hasta que el proceso haya concluido. Y aún entonces…

Cumple por tanto advertir desde el primer momento que este es un juicio justo y procedente, instruido por una justicia sin tacha que se aplica en el ámbito de un ordenamiento jurídico irreprochable como corresponde a un país democrático y ejemplar que ha de enfrentarse a un movimiento de rebeldía. Cualquier otra lectura está de más y responde a una campaña de desprestigio hábilmente instrumentada por ese mismo separatismo inconstitucional y  manipulador que está gobernando en una Cataluña dividida longitudinalmente, en la que los que no comparten la idea de la ruptura pregonada por los independentistas,  son marginados y sometidos. Y que lo de los presupuestos no debería tener nada que ver con esto. Aunque en verdad lo esté teniendo. Un panorama malo y lleno de peligros.

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