Opinión

Las monjas miguelinas

Ni estas alturas de la película que se rueda en este país y de la que todos formamos parte ya como protagonistas, ya como actores secundarios o ya como figurantes, creer en que algo ha permanecido a salvo de la vergonzosa ola de mamoneo y corrupción que nos ha azotado desde que entró el siglo es como creer en los Reyes Magos. El país se ha saqueado sin la más mínima misericordia y todos los días del Señor, en todas partes y en todos los territorios que conforman esta infortunada piel de toro se produce un suceso por el que se demuestra matemáticamente que chorizos lo han sido todos. Ayer le tocaba el turno a un suceso que nos llegaba muy de cerca y del que estoy convencido no se ha contado todavía ni la cuarta parte. La Diócesis de Tui-Vigo se ha visto obligada a intervenir para suspender a un sujeto llamado Miguel Rosendo, fundador de una orden de monjitas llamadas “miguelinas en su nombre y en el del combativo arcángel, que en realidad no lo eran pero que sí eran todas muy jóvenes, todas guapas, todas inocentes y con las que se encerró en una chalet de su propiedad sito en la carretera de A Guarda para adorar a Dios mediante la celebración de ritos y bacanales. Tamara Falcó estuvo en uno de estos retiros con piscina de agua salada y vistas a una costa privilegiada.

Resulta descorazonador que el choriceo, la degradación y la vileza no hayan respetado absolutamente nada. Ni siquiera va a respetar a Podemos, donde el enfrentamiento de dos fracciones encontradas logrará que tarde o temprano se produzca una pelea por el poder que dejará muertos por el camino y homologará esta curiosa formación, en un principio libertaria, al resto de los partidos políticos. Para empezar, el carismático líder de esta fuerza asamblearia y aún por definir amenaza con imitar a Felipe González, dimitir y marcharse si no se aceptan sus propuestas, un envite de todo o nada que le otorgará seguramente el triunfo. Pablo Iglesias no es un macho alfa pero es un tipo listo que va a dar mucha guerra y va a meter en muchos líos a los políticos convencionales.

Podemos, queramos o no queramos, es un hijo de la frustración y en otros años o en otras circunstancias no tendría sitio. Ahora si lo tiene, y mientras sigan manando las cañerías lo conservará e incluso lo acrecentará. No se dude.

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