Opinión

Papá cumple cien años

La última gran estrella del Hollywood dorado, el actor neoyorquino de origen ruso Kirk Douglas, cumplió ayer cien años manifestando que se siente triste y solo porque el cine al que él estaba habituado le resulta completamente incomprensible. No le suenan para nada las películas que se entrenan y desconoce a los actores que las interpreta. En realidad, apenas le interesan porque traspasada esa barrera de longevidad casi inhumana, lo único que se pregunta sombrío y desorientado es dónde se ha metido su viejo amigo Burt Lancaster con el que protagonizó algunas de las películas más famosas del Séptimo Arte y muchos de los western más valorados y gloriosos.

Pero es muy posible que su más generosa y admirable contribución al desarrollo de la industria cinematográfica fuera precisamente su valerosa lucha contra las famosas listas negras que convirtieron en proscritos a determinados actores, productores, guionistas y directores acusados de izquierdistas por un gobierno que en el colmo de la histeria y haciendo uso de los métodos más repugnantes trató de combatir la disidencia imponiendo una delirante caza de brujas. Muchos hubieron de huir a Europa para no acabar en la cárcel pero Kirk Douglas –cuyo verdadero nombre es Issur Danielovich Demsky y era hijo de un emigrante judío bielorruso que se ganaba la vida recogiendo materiales inservibles en las calles- prefirió hacer frente a la intolerancia con películas comprometidas, directas y nada complacientes. El día en el que la Academia le entregó un Oscar honorífico que premiaba su dilatada y fecunda carrera, dijo de él que su talento comenzaba en sus zapatos y seguía elevándose hasta llegar al cielo pero la verdad es que esa misma Academia que en 1998 le reconocía como uno de sus mayores genios le tuvo durante mucho tiempo por un comunista redomado y un indeseable. No es el de Douglas por desgracia un hecho aislado. Es, muy al contrario, un ejemplo de tesón y valentía en defensa de la dignidad en un momento en el que hacer ejercicio de libertad y compromiso podía acabar con la carrera de un actor y condenarle a leer a Shakespeare en una celda de Alcatraz por expreso deseo del senador McCarthy.
No creo que Douglas sea el mejor de los actores y su larga aventura en la escena está llena de altibajos. Pero sí es seguramente uno de los más honrados del oficio. Y eso vale

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