Opinión

El paseíllo del ex honorable

Los paseíllos camino del juzgado están a la orden del día y el del matrimonio Pujol no pareció ser muy nutrido a la vista de las imágenes servidas por la televisión, pero sí fue intenso, bronco y muy ruidoso. El antiguo honorable ya perdida esa condición por razones obvias, llegó acompañado por su mujer y ambos soportaron sin mover un músculo los gritos, los insultos, los pitos y los bocinazos de una parroquia soliviantada que arrojaba fotocopias de billetes a medida que la pareja avanzaba rumbo a su encuentro con el juez. Poco trascendió de un interrogatorio de más de dos horas al que respondió únicamente él viejo político nacionalista porque la antigua primera dama se negó a hacerlo. Hace casi treinta años, cuando lo de Banca Catalana, Pujol -que salió absuelto- fue recibido en loor de multitud por sus incondicionales y acusó al Estado español de haber cometido con él una persecución indigna. En esta segunda ocasión, Pujol no ha dicho nada.

Lo que no deja resquicio a la duda es que los que se manifiestan al paso de este sujeto, su señora y sus ramificaciones familiares, son muy pocos y lo hacen forzados por su justa ira pero mostrándose en territorio comanche. La Cataluña institucional, las clases dirigentes, los medios de comunicación y cierta ciudadanía en general no se han mostrado ni mínimamente críticos con el comportamiento del ex presidente de la Generalitat y su familia, aunque todos ellos estén en estos momentos solicitados por la Justicia para que expliquen los orígenes de sus desmedidas fortunas. Nadie les ha afeado públicamente sus comportamientos, nadie les ha exigido cuentas y nadie les ha retirado el saludo porque esa Cataluña oficial sigue opinando que lo de Pujol y sus hijos es el resultado de una persecución política dirigida no a desenmascarar a unos vulgares defraudadores responsables de delitos monetarios que les han proporcionado fabulosas fortunas a costa de todos, sino a herir políticamente a Cataluña y a los catalanes. Y merced a esa premisa se comportó el interfecto en su comparecencia ante la cámara regional y seguirá comportándose cuando le toque dar otras explicaciones si es que le toca.

Pero no es cierto. Pujol, mientras, marea la perdiz. La herencia, el administrador fallecido, la pérdida de papales.

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