Opinión

Serrano y Puigdemont, dos víctimas

Francisco Serrano Domínguez y Díaz de Guevara (Isla de León, Cádiz, 1810-Madrid, 1885) fue uno de los personajes más importantes y famosos de la turbulenta alta política del siglo XIX. Arrogante y valeroso, mundano e irresistible, el militar andaluz era también un consumado muñidor capaz de provocar crisis parlamentarias, auspiciar levantamientos, dominar gobiernos monárquicos y republicanos, e incluso contribuir a la dimisión de una reina de la que unos años antes había sido amante y con la que en esa situación había protagonizado un tórrido romance de juventud que, además de hacerle famoso, le hizo inmensamente rico. Su habilidad para mudar de ideología en función de sus conveniencias y su profundo conocimiento de las teorías de la conspiración le convirtieron en inspirador de la mayor parte de los sucesos de carácter político ocurridos en el país durante un intenso periodo cuajado de pronunciamientos que transcurre entre la muerte de Fernando VII y la Restauración ya en el último tramo del siglo. Sin embargo, un hombre tan poderoso, adorado, envidiado y reconocido murió en silencio y el país apenas se enteró de su fallecimiento. Serrano se murió unas horas después de que falleciera el rey Alfonso XII y el deceso real le comió toda la gloria. Una modesta necrológica en los diarios dio cuenta de la muerte del general y la gente apenas se enteró hasta que una semana después se publicó su baja por muerte en el Congreso.

A Serrano le pasó para morirse lo mismo que a Puigdemont le ha pasado a la hora de afrontar su investidura y declarar públicamente su decisión de convocar un referéndum de independencia tanto si hay acuerdo con el Estado como si no. En otras condiciones, la declaración unilateral independentista dicha en clave de rebeldía desde el Parlamento catalán le hubiera proporcionado un gustoso minuto de gloria de la que este sujeto mediocre y sin el más mínimo carisma vive. Pero el destino ha querido que su grito de sedición coincidiera en el tiempo con ese caótico pronunciamiento al viejo estilo decimonónico que ha explotado en el PSOE y el pobre Puigdemont se ha quedado sin espacio mediático incluso en los periódicos catalanes. El toque a rebato de Felipe le ha robado el plano por completo. Qué injusticia.

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