Opinión

Si te he visto no me acuerdo

La historia de la madre granadina Juana Rivas es una de tantas historias infelices que proclaman las maldades de una sociedad sin escrúpulos capaz de utilizar a algunos de sus miembros con la insensibilidad y el desamor de quien utiliza los pañuelos. Los saca de la funda con dos dedos, los despliega, y se suena la nariz con ellos. Luego los tira en una acequia y continúa su camino sin volver siquiera la cabeza.

Del conglomerado de gentes que acompañaron a Juana Rivas en el inicio de contencioso para ganar la custodia de sus hijos, a estas alturas no queda nadie. La joven madre granadina se rodeó de gente que se adueñó de ella, de sus motivos y de su drama para convertirlo todo en un fenómeno de agitación manipulado y siniestro. Juana Rivas inspiró una campaña y lo que ahora es tan frecuente: un hashtag o como se llame con la divisa  “#yosoyjuana” del que se aprovecharon cientos de personas y cultivaron hasta que no dio más de sí. Entonces se percataron de que aquello ya no tenía visos de avanzar, no servía para pasearse por el famoseo, se borraron y dejaron a Juana más sola que la una. Pasó del ejemplo al olvido. De ser una referencia en la lucha planteada para reivindicar la fuerza de la mujer valerosa y dispuesta a defender sus derechos a la nada.

En este país tan liviano de principios que estamos construyendo más vale no ser ejemplo de nada. Como las circunstancias te otorguen ese confuso y dudoso privilegio, habrás de gestionarlo con la energía y la madurez  suficientes para que no te busquen la ruina. Y es que lo de sumarse al hashtag, hacer piña con una causa, respaldarla de forma anónima, es un ejercicio que no exige responsabilidades. Cuando se termina, uno se borra y aquí paz y después gloria.

Hoy, Juana Rivas está sola y enfrentada con un destino que le es adverso. Su causa estuvo manipulada desde el principio por un grupo de personajes impresentables que sacaron partido, cumplieron sus objetivos y se marcharon sin decir adiós. Condenada a prisión por secuestro, la historia de esta joven granadina debería servir como escarmiento para casos posteriores que tengan parecida naturaleza. Sin embargo, la experiencia no servirá de nada y se repetirán con la misma frecuencia.

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