Opinión

La sombra de Garzón es alargada

La influencia de un personaje de la potencia del juez Baltasar Garzón ha resultado a la larga más desgraciada que provechosa. Garzón es un individuo notable, de personalidad muy intensa y de carácter difícil y egocéntrico, cuyas actividades han terminado por desbaratar a muchos de los que han compartido horas con él porque con Garzón no hay medias tintas posibles. O estás conmigo o estás contra mí como muy bien se ha podido comprobar tan solo siguiéndole los pasos. Los que lo conocimos personalmente supimos averiguar la profundidad de su mirada, el encanto de su discurso y su jovialidad frecuente aunque ligeramente impostada y teñida de narcisismo trabajosamente contenido aunque asomara la patita por sorpresa. 

El antiguo magistrado estrella de la Audiencia Nacional se tenía sin duda por más de lo que era en realidad, y se sintió con frecuencia ninguneado como ocurrió en muchas fases de su existencia y más aún cuando decidió dar el paso a la política porque la carrera judicial se le quedaba pequeña según a él mismo le dio por suponer. Tras  concurrir como segundo de la candidatura socialista por Madrid en el 93, al juez andaluz no le gustó  el comportamiento de Felipe González porque pensaba que le haría ministro de Justicia, de modo que sacó los expedientes ocultos en el cajón y los puso a circular. Su influencia, a qué engañarnos, ha resultado tóxica como muy bien pudieron comprobar muchos de los que compartieron espacios con él  y está comprobando a estas alturas la propia ministra de Justicia del Gobierno de Sánchez a la que ha convertido en un cadáver político gracias a su maldito hábito de sentirse paternal y tomar bajo su égida a gentes a las que adivinaba talento.

A esta desventurada Dolores Delgado se la llevó de matute a sus cuchipandas con policías y jueces a día de hoy de corrupción demostrada, y le ha arruinado la vida. El viejo zorro Villarejo estaba en esos encuentros frecuentes de confidencias y risotadas con la escucha puesta, y ahora sabemos que la entonces fiscal llamó “maricón” a Marlaska, se explayó a base de bien en  sus confesiones de imprudencia tabernaria y explicó anécdotas subidas de tono. Sabemos también que no puede, desgraciadamente para ella, seguir ostentando el cargo. La sombra de Garzón es alargada.

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