Opinión

La sombra de unas terceras

Dice un amigo mío que está muy puesto en estas lides, que vamos abocados y de cabeza a unas nuevas elecciones y no estoy yo por llevarle la contraria. Los lectores de las entrañas de las aves o de las hojas del té, que en estos tiempos habitan en el ciberespacio de las redes sociales, sospechan que el panorama puede ser susceptible de un cambio cuando se celebren los comicios autonómicos en Galicia y Euskadi, un argumento acaso frágil que abriría la puerta a la posibilidad de una investidura a partir de octubre. Las razones que aportan estos analistas de la escena parlamentaria se basan en la posibilidad de que los resultados de los comicios vascos sean muy ajustados y los nacionalistas necesiten de acuerdos con otras fuerzas políticas para seguir gobernando, un instante muy apropiado para pasarles la minuta y jugar al quid pro quo con vistas a retomar el proceso pendiente de la superior gobernabilidad del Estado.

No lo veo yo sencillo francamente, ni estoy totalmente convencido de que octubre se convierta en un apeadero para afrontar una nueva investidura que modifique la parálisis y nos libre de unos terceros comicios a celebrar en Navidad de los que casi nadie desea saber nada al menos de boquilla si bien estoy por apostar que todos los partidos presentes en el arco parlamentario están en estos momentos echando cuentas y analizando datos ante el supuesto cada vez más arraigado de que nos vamos abocados a votar otra vez.

El PSOE –que es quien tiene la llave para evitarlo- ha debido hacer sus cálculos y ha llegado a la conclusión de que unos comicios nuevos le ofrecen posibilidades de recuperación mientras hundirán a Podemos -los enemigos para Ferraz y no Mariano- Suponen los estrategas socialistas que esas son las únicas variaciones que se van a producir si se convoca nuevamente a las urnas, y en esta creencia se ha instalado Pedro Sánchez y su guardia mora. Lo demás, tanto a él como al grupo fuerte que le ampara, les importa un rábano.

El problema sin embargo es cómo afecta este proceso a la España institucional y a los propios votantes. Probablemente incrementará la abstención y añadirá fatiga y dudas a los ya de por sí fatigados ciudadanos. Y lo que es más alarmante, propondrá una merma creciente de confianza en el sistema democrático. Y eso es mucho peor. En mi opinión, eso es lo peor de todo y mira que hay cosas malas.

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