Opinión

Todo por la pasta

La situación económica de Cataluña, superando ampliamente los parámetros que definen la bancarrota, podría ofrecer cierta luz a la hora de interpretar este completo dislate en el que un partido antisistema como la CUP ha sumido a quien en otro tiempo era región paradigma de prosperidad, equilibrio financiero, dedicación y trabajo. Los datos que con la pretensión de sacar a relucir las vergüenzas de un comunidad en quiebra ha puesto en circulación el Banco de España definen con enorme precisión  los caminos adoptados por los sucesivos gobernantes catalanes para gastar a manos llenas el dinero que no tenían convirtiendo aquella tierra de promisión firme y laboriosa en una demarcación arruinada y necesitada de los dineros cedidos por el Estado para sobrevivir. De no ser por los Fondos de Liquidez Autonómica de los que la Generalitat de Cataluña depende enteramente para financiarse y pagar el complejo entarimado de intereses que le cuelgan, nadie cobraría su sueldo allí. Ni médicos, ni profesores, ni policías, ni funcionarios, ni jueces, ni bomberos, ni personal de medios de comunicación, ni políticos, ni sindicalistas…. Nada.
Cataluña es hoy y con abismal diferencia, la comunidad autónoma más endeudada de España. Tiene un pasivo de setenta y dos mil millones de euros de los cuáles debe al Estado cincuenta y tres mil millones. El resto es el chocolate del loro, pero lo cierto es que le debe ocho mil millones a entidades bancarias y cinco mil a los incautos que han suscrito deuda de la Generalitat a la que no se le pueden pagar  sus inversiones en el caso de que desearan convertirlas en dinero contante y sonante.

Las cifras no mienten y retratan el verdadero perfil de una Comunidad que, en manos de absolutos irresponsables, ha caído en picado  en los últimos años hasta rebotar en el subsuelo más profundo despreciando situaciones de privilegio y posiciones de solvencia en aras de una matraca nacionalista manipulada y completamente falsa que ha obligado también al desarrollo de una gestión necesitada de enormes fuentes de dinero que mantuvieran las características de un Estado sin serlo y sin posibilidades de aplicar financiación que fuera capaz de sostenerlo en su irresponsable falacia. El  completo y absoluto caos ha acabado por tanto con todo. Con la Cataluña próspera, con la burguesía ilustrada, con la industria dominante, con la cultura europeizada, con los partidos políticos tradicionales, con la sensatez, con el sentido común y con los ahorros… Y esto no para.

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