Opinión

Todos a la playa

El verano ya no es un futuro próximo con el que sueña el que más y el que menos para apuntarse a unas merecidas vacaciones de sol y agua, sino una realidad tangible y generosa además en temperaturas elevadas. El verano ya está aquí en todo su dominio y esplendorosa magnificencia y las playas se han abarrotado de usuario deseosos de asarse sobre la arena, devorar sardinas en el chiringuito próximo, y brindar con tinto de verano que ya no hace falta preparar porque viene listo para ser servido desde el tetrabrik que es denominación que la RAE ya admite.

El verano es para todos y se administra en función de las potencias y necesidades de cada uno. Así, unos plantamos la toalla en una acogedora playa pública y nos dedicamos a hacer lo que la mayoría de los mortales hace –pasear, tomar el sol, jugar a las palas, bañarse, coger cangrejos con los niños, untarse crema, leer el periódico, comer tortilla con arena, beber agua calentorra y echar una siesta- y otros hacen lo mismo pero a bordo de un cacharro de veinte metros de eslora. En lugar de tortilla con arena comen otras cosas de más empaque y en lugar de tirarse al agua desde la orilla lo hacen desde la cubierta del aparato, pero al cabo el sol es el mismo y el agua también. O ese es el consuelo.

Messi, por ejemplo, ha vuelto de sus muchos compromisos vacacionales que luego le salen al camino en advocación de complementarias del ministerio de Hacienda, con un nuevo aspecto para salir de lo rutinario. Se ha teñido el pelo de platino, se ha dejado barba hipster en tono caoba, y ha apostado aún más fuerte por sembrarse la piel de tatuajes, de modo que se ha puesto el cuerpo hecho un cristo y se ha fotografiado para dar fe de que, en efecto, es un verdadero adefesio que es lo que tiene ser multimillonario aunque se encuentre abducido por su señor padre. Los líderes políticos, por el contrario, no han movido ficha este fin de semana y sospecho que ya no van a moverla hasta finales de agosto porque el asunto está tan férreamente colapsado que solo resta rogarle al rey que se esté quieto y no cite a nadie, que se olvide de la investidura y que de tiempo. No es fácil explicarle al pueblo español una situación como la presente pero, tal y como ha puesto de caro el asunto Albert Rivera, no queda otra. Todos a la playa que calienta el sol y luego ya veremos a la vuelta.

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