Opinión

Vuelven las canas

Unidas Podemos –que es como he escuchado con cierta sorpresa que se dice ahora- utilizó en sus principios ciertos argumentos inquietantes que por fortuna no pasaron a mayores. Recuerdo que algunos de aquellos líderes inmoderados que brotaron de la convocatoria de Sol y que no podían tener quieta la boca, pronunciaron amenazas siniestras, muchas de ellas dedicadas a los pudientes -a los que denominaron “la casta”- y en casos puntuales amenazaron con convertirlos en objetivos de caza mayor alzando un tinglado en la plaza Mayor para someterlos a la justicia popular, y otras específicamente dedicadas a los que, como yo mismo, peinamos canas. Los viejos, en efecto no solo no servíamos para nada en este nuevo orden imaginado por el naciente partido, sino que el proceso de transición de un régimen dictatorial a uno democrático en el que nuestras generaciones se implicaron era una mierda que había que desmitificar sin compasión, y nuestra participación en el proceso, poco menos que una patraña. Eso lo dijo Monedero y nadie levantó un dedo para defender la encomiable actitud de los que hoy somos ancianos consumidores de memoria histórica y en aquellos tiempos éramos jóvenes inquietos algunos de los cuales dormían cada noche en un lugar diferente para no dormir todas ellas en los calabozos de la Dirección General de Seguridad.

Como no podía ser de otro modo, las cosas acabaron por atemperarse y la antigua clase de tropa de la formación se convirtió a su vez en casta y terminaron a la greña que es como terminan en general todas esas amistades arrebatadas que convergen en intereses políticos o causas poderosas. Pablo Iglesias se compró un casoplón en la sierra de Madrid y degolló a Carolina Bescansa. Iñigo Errejón traicionó a su amiguete y se fue con Carmena que ya no quiere dejar de ser alcaldesa, y a Monedero le pillaron tomando cañas con Carmen Lomana.  En suma, no se hablan y los que ahora peinamos canas hemos vuelto a ser importantes y el nuevo factor del PP, el imprevisible Pablo Casado, ha cesado de cortar cabezas a destajo –la última es la de Celia Villalobos- y parece dispuestos a hacerle sitio a algunos veteranos que también las peinan como Manolo Pizarro e incluso Montoro. Menos mal.

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