Opinión

¿Dónde están los gorriones?

Me gusta leer y escuchar a Miguel del Pino, biólogo, catedrático de Ciencias Naturales y periodista. En uno de sus últimos artículos se preguntaba dónde estaban los gorriones. Me encantó y agradecí que un sabio como él, así lo considero, expusiese al interés de los lectores un tema que no debería pasar desapercibido para nadie y mucho menos para los amantes de la naturaleza y los ecologistas de verdad. Basada en esta interrogación, invito a mis lectores a reflexionar sobre lo que esta desaparición representa para todos, porque el caso lo merece.

Es cierto que cada vez hay menos gorriones en las ciudades, y en el campo. Cada vez que se ve uno, perece que sea por casualidad o una aparición del pasado. Recuerdo que hace años, escribí en esta misma sección sobre estos los golfillos del aire que representan la alegría de las urbes y del espíritu humano. Todavía me consuela ver cómo en terrazas madrileñas, algunos de esos caramelos plumados se posan en las mesas y con total desparpajo, dada su proverbial sociabilidad, participan del banquete matutino de los clientes, y cómo éstos, con generosa naturalidad, disfrutan de los intrusos e incluso ríen de buena gana cuando con el descaro más absoluto se llevan las patatas fritas o los pequeños trozos de bizcocho a sus nidos. Yo misma he sido “víctima” de esas pillerías.

Cierto que no todas las personas reaccionan igual, pero me congratulo de que todavía haya seres capaces de admirar los pequeños-grandes milagros de la vida, que colaboran decididamente a que ésta sea más bella, más sensible y tierna. Escribe Miguel del Pino, que el ritmo con que desaparecen amenaza con su extinción y que este fenómeno es un hecho comprobado en toda Europa. Lo cual nos sitúa ante un problema que traerá otras complejidades añadidas, más importantes de lo que pueda figurarse. Señala del Pino, que el gorrión “en tiempo caluroso, se convierte en insaciable devorador de insectos” con los que nutre y alimenta a sus crías. Por lo que también es “limitador de plagas y controlador de toda clase de pequeños invertebrados”, añadiendo a todo ello, que resultan muy útiles para los ciudadanos su labor de policía, que ahora habrá de ser sustituida por los plaguicidas.

¿Qué estamos haciendo mal? Quizá, casi todo. Los pájaros nos invitaban a volar lejos.

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