Opinión

Grupo de la muerte

Antes las enfermedades se manifestaban individualmente. También las hubo contagiosas, terribles y desbastadoras como las pandemias, pero se trataban de algo completamente distinto y sobre todo físico. Pero está claro que los nuevos tiempos las registran mentales y por desgracia en colectividad.

Una de las dolencias que se extienden inexplicablemente reside en un juego llamado “La ballena azul”. Queridos lectores, si no han leído sobre este entretenimiento macabro, sepan que la práctica del mismo ha causado ya la muerte de 130 menores de edad. Por supuesto que durante toda la historia del ser humano se han generado noticias sobre barbaridades cometidas por el llamado ser pensante que se cree superior a todo lo demás que le rodea. Guerras, torturas, artefactos y sistemas para producir dolor físico y psíquico a grandes escalas y a nivel individual.

Pero siendo real y vigente todo esto en el mundo, a ello se añade un fenómeno de locura voluntaria que pone en riesgo la propia vida en un intento, parece ser, de alcanzar la máxima emoción. Se llama el juego de la ballena azul, que consiste en poner en marcha sobre el individuo lo que humanamente se consideran torturas, por otra parte rechazadas por las sociedades llamémoslas civilizadas. Mantenerse sin dormir durante días o tatuarse los brazos con cuchillos son dos de las 50 perversas pruebas a las que ha de retarse a sí mismo el jugador.

Según la información, este nuevo sistema de diversión (¿) ya representa un gran éxito en Rusia y en los países del este de Europa donde se suman los participantes. Y si les parece terrible todo esto, queridos lectores, sepan que la prueba más determinante y nunca mejor dicho, es la que los jugadores deben decidir para acabar con sus vidas.

Las redes sociales tienen una parte esencial en esto, sobre todo la Vkontakte (VK), desde la que diversas personas dominan lo que se ha dado en llamar “grupo de la muerte”, entre los jóvenes que se inician en el juego y a los cuales se les controla el pase de las pruebas. Estos competidores, ya dentro, no pueden abandonar nunca, y si manifiestan ese deseo pasan a ser víctimas de graves amenazas. Queridos lectores, el mundo está totalmente loco. El valor ya no está en la defensa del peligro, si no en autodestruirse estúpidamente. Está claro que la vida no vale nada. Así debe ser. Así parece.

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