Opinión

Historia de un balazo

Suele decirse: “no hay mal que por bien no venga”. Sabiduría popular que raramente se equivoca. Y a eso vamos si se para uno a pensar en el caso del hombre que fue tiroteado en el abdomen, y cuya curación fue esencial para averiguar sobre la digestión. Curioso, ¿eh?

 Eso sucedía en tiempos en que no existían los grandes medios con los que ahora se dispone para la exploración del cuerpo humano. No hace mucho, una de las fuentes más buscada para ello eran los cadáveres. En los cuerpos vivos sólo se podía explorar a través de alguna incisión durante una operación quirúrgica y poco más. Luego llegaron los aparatos de rayos X y demás ingenios, gracias a los cuales la investigación empezó a conocer mejores tiempos. Pero volvamos a la víctima del balazo, que no era otro que Alexis St. Martin, un joven canadiense que se encontraba en la Isla Mackinac, Michigan. Dada la mortal herida fue llevado con urgencia a un puesto militar, en el que lo atendió el doctor William Beaumont, cirujano castrense quien trató de salvarle la vida. Los días siguientes Beaumont observó que la herida no cicatrizaba y que por el boquete de la bala quedaba una fístula gástrica en la pared abdominal del estómago. 

Hasta aquí, contado grosso modo, la historia que dio pie a los estudios posteriores que William Beaumont realizó sobre el funcionamiento de la digestión, que dejó de ser misterio para llegar a la certeza a partir de ese 1822. Así, víctima y salvador pasaron a la historia de la investigación con resultados maravillosos para todos aquellos que, no precisamente por accidentes de bala sino por motivos varios, padecen de un mal doloroso que puede llevarles por la calle de la amargura. La búsqueda del bien partiendo del mal en medicina es un trayecto directo e inacabable cuyos frutos se proyectan cada día en la salud poblacional. 

De cómo se desarrollaron los primeros casos que devinieron en los bienes que ahora se aplican para erradicar enfermedades o por lo menos aliviarlas, saben mucho los médicos, pero no los profanos en la materia. Pero es sumamente interesante y hasta emotivo en grado sumo, conocer los principios, las anécdotas, las coincidencias y las llamadas “casualidades” que el ser humano, inmerso en laboratorios o simplemente concentrado en la observación de los pacientes, ha llegado a lograr para el bien común. Se lo debemos.

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