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Impresiona saber que muchas personas con título universitario no saben qué hacer con sus vidas. Las carreras con tanto esfuerzo conseguidas, no les sirven para nada. Según el informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES), son más de un millón de titulados universitarios que están en riesgo de pobreza en nuestro país. Situación que asfixia al que la padece, negándole toda posibilidad de recuperación, y que en general se traduce en una cuesta abajo difícilmente superable. La cifra expuesta aumentó en más de 300.000 desde 2008. Pobreza, una palabra que da pavor. Pobreza en unas personas preparadas a cargo de sus familias y costeadas también por la propia sociedad. Este estudio fue presentado con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. De ella hablamos, y del costo de la universidad. Sin meternos en desglose de cifras, el total de las mismas da una visión bastante triste de la realidad que apenas se percibe pero que está latente dentro de una sociedad que se dice desarrollada. 

Pero alerta, la pobreza genera pobreza, y esta se extiende lenta pero segura como el aceite en el lugar en que ha caído y que impregna todo. La pobreza de una sola persona afecta a su entorno, afecta a la comunidad en pleno. Pero, ¿cómo de una relativa abundancia se puede llegar a unas líneas rojas, como ahora se dice, que limitan con algo insalvable en el devenir de determinadas personas? Las respuestas puede que sean siempre las mismas: la falta de trabajo, la falta de salidas, la falta de previsiones a escala general por parte de los responsables que han de planificar sobre cada uno de los aspectos laborales que inciden de hecho en la ciudadanía. 

Pero, ¿qué les voy a contar a ustedes que tanto saben del mundo y de las circunstancias sobrevenidas a cada uno, en esta lotería que es la vida? Una de las cosas que más debilita al individuo, e incluso le despersonaliza, es el paro, condición en la que se siente inútil para la sociedad y para sí mismo. La insatisfacción destruye su autoestima y su dignidad al tener que depender de los demás en lo más básico para sobrevivir. No basta el cariño que le rodee, ni la comprensión, si pasa el tiempo en la búsqueda de lo imposible. Los años no perdonan, la espera se agota y la esperanza se pierde definitivamente.

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