Opinión

Luz medieval

Al visitar París, la ciudad de la luz, nadie se va sin contemplar la Catedral de Notre Dame. Allí el visitante queda prendado ante su maravilloso gótico medieval, sus increíbles rosetones, y el misterio que desprende cada piedra, cada rincón de su hermosa arquitectura. Si por dentro es excelencia, al elevar la mirada en su exterior, ésta queda fascinada por algo que ejerce como un imán y que podría ser la atracción del abismo: sus gárgolas. Sus famosas gárgolas dominando desde su altura a los pequeños mortales. Representaciones artísticas que muestran la fuerza mágica de la imaginación puesta en la representación quimérica del “poder maligno” en estado puro. Caras terribles, lenguas afiladas, enormes alas, garras, miradas luciferinas en acecho, tan vivas, tan expresivas, que se diría que de un momento a otro van a echar a volar. Son los diablos de Notre Dame, y se pasean amenazantes por millones de fotografías, películas o cualquier manifestación que conlleve miedo, belleza o leyenda. Pero uno se tranquiliza al pensar que la piedra carece de voluntad para moverse y que seguirán velando fielmente el templo, orgullosas de ser, tal vez, las gárgolas más famosas del mundo. 

El caso es que estas figuras tan icónicas, que forman parte de nuestra cultura y que contemplan el mundo de lo humano desde sus puestos de vigilancia en cientos de catedrales europeas, fueron creadas como ornatos que ocultaban los tubos de cañería cuya misión era expulsar el agua de las lluvias sin que éstas perjudicaran los muros monumentales. Del gorgoteo del agua se deriva su nombre. Estos seres imaginarios tuvieron su por qué en el auge de los bestiarios y en el terror del infierno. Afortunadamente ese sentimiento forma parte del pasado. Hoy hay que temer a la falta de conciencia, al abuso, a la impunidad. Algunos historiadores, no todos, aseguran que el Medievo fue el tiempo del oscurantismo. Sin embargo, en esa época también brilló la luz, el arte y el interés por explicar científicamente fenómenos naturales, cuyo origen y significado se ignoraban. No fueron pocos los sabios que abrieron caminos. La civilización les debe, entre otras cosas, la creación de las primeras universidades, el vidrio, el reloj, el astrolabio, la brújula, y algo tan importante como fue, y es, la imprenta. Sin olvidar la inspiración esotérica de sus gárgolas.

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