Opinión

¡Pobre Kitty!

El fenómeno se conoce como “efecto espectador” o “síndrome Genovese”. El caso que dio lugar a la investigación psicológica y demás estudios y escritos sobre el particular sucedió en Nueva York en marzo de 1964. Ese día Kitty Genovese fue muerta a puñaladas cerca de su casa. Varios vecinos oyeron sus gritos de socorro, y otros observaron que se trataba de un acto de violencia, pero ninguno llamó a la policía y Kitty murió desangrada. Mientras agonizaba, el atacante la violó y le robó el poco dinero que llevaba en el bolso. Las primeras llamadas que recibió la policía eran inconexas y tampoco les dio mayor importancia. De entonces aquí, los asesinatos siguen cometiéndose cuando algunos tal vez hubieran podido ser evitados con una simple llamada. Decía Alfred Hitchcoch, que matar es harto difícil, y así trató de demostrarlo si mal no recuerdo, en “Cortina rasgada”, pero eso es en el arte y con un guión bien elaborado.

En la vida real la cosa es distinta. Matar es fácil y la vida no vale nada. Así lo dejó claro Napoleón, cuando después de una batallita de las suyas vio el campo sembrado de cadáveres e impávido pronunció su famosa frase: “Los muertos de este día serán sustituidos por una noche en París”. Desgraciadamente, por miedo o porque se supone que la llamada la efectuará otro, en ocasiones se oyen los alaridos de las víctimas y el que lo percibe de alguna manera, se queda quieto. El último caso similar, publicado y comentado en todos los medios de comunicación, fue el reciente asesinato de una joven en Vigo, que fue apuñalada en el portal de su propia casa, y a cuyos gritos nadie respondió pensando que otro lo haría. Pero los otros es la sociedad entera y no debieran valer las deserciones.

Un aviso a tiempo a nada compromete y puede salvar una vida. No habría que esperar a que el vecino se decida a marcar el número telefónico. Porque con ello lo único que se consigue es dar al agresor tiempo más que suficiente para rematar una obra que puede que repita al día siguiente con quién le facilitó la ocasión del delito. Nadie está libre de un susto, ni ha comprado el tiempo de la vida. Esta es frágil y como daba a entender Napoleón, es muy fácil reemplazarla. Qué bueno sería que nunca más tuviera vigencia el “efecto espectador” o “el síndrome Genovese”. ¡Pobre Kitty, con tantos miles de nombres en el mundo!

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