Opinión

¿Qué sucede?

Según Adecco, uno de cada tres trabajadores sufre o sufrirá el síndrome postvacacional una vez que termine su tiempo de descanso veraniego y tenga que reincorporarse a la rutina de su trabajo. Esto según el estudio realizado parece ser que es frecuente en los países en los que los días de vacaciones se centran en un solo periodo y el resto del año no se disfruta de un descanso prolongado. El cansancio, la tristeza y la apatía, al parecer, junto a trastornos del sueño e incluso el estrés, suelen aparecer una vez tiene que reincorporarse la persona a sus labores habituales. Aquí dejo el informe de Adecco para preguntarles, queridos lectores, si siempre ha sido así. 

Posiblemente hace algunos años no existían las vacaciones tan largas y para muchos ni tan siquiera las había. Es curioso cuántas cosas se padecen hoy en día. Cierto es que se vive mejor que antes. Se cuenta con más medios, más facilidades y un mejor confort en los trabajos. Y sin embargo, cada vez hay más personas con angustias, depresiones, incomodidades y sobre todo miedo. El miedo a reemprender la vida cotidiana, el miedo al sistema que la rige, miedo a las presiones y miedo a envejecer o a no llegar a cumplir las expectativas. El humano actual disfruta de innumerables beneficios de la técnica y la ciencia. Ha llegado a hitos impensables hace unos pocos años y percibe que los tiempos venideros todavía serán más favorecedores. Y no obstante, no encuentra la confortabilidad que ello le podría suponer. 

Queridos lectores, ¿qué sucede? Tener ahora mismo un puesto de trabajo que espera a que uno vuelva a esa riqueza, y sin embargo, no se siente la alegría de recuperar esa suerte. ¿Supone esto que el día a día no presenta alicientes suficientes para el disfrute de pequeñas o grandes alegrías? ¿Qué pasa en estas sociedades ricas, evolucionadas y modernas, con horizontes más o menos abiertos a los nuevos retos que han de venir? Parece como si la colectividad se moviera en una especie de esquizofrenia. A más conciencia por la paz, más violencia. A más riqueza, más modas cutres. A más cultura, menos intelectuales. A más educación, más chorradas. A más liberalidad, más control. A más necesidad de justicia, más desencanto. A más peligros, más incoherencias. A más avances físicos, más enfermedades del alma. ¿Quién me compra este lío, que lo quiero vender?

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