Opinión

Sin memoria

Dadas las informaciones eruditas, los avances tecnológicos, los logros en comunicación, la robótica, los satélites que marcan, vigilan y controlan todo lo que pasa en la tierra, los viajes espaciales, la ciencia de los trasplantes, los estudios genéticos, las exploraciones del cerebro, y la realidad virtual, entre otras muchas cosas que se escapan a la percepción por falta de conocimientos o desinterés, es fácil imaginar el futuro, y harto dificultoso llegar a comprender la vida humana en él.

De momento, da la impresión de que no habrá memoria. La cantidad de datos y estímulos que se reciben a cada segundo, hacen imposible guardar el recuerdo de lo que pasó ayer, porque el presente no deja lugar a procesar lo que fue hace unas horas. Las nuevas técnicas se encargan ya de ello. Sin memoria y sin sentidos. 

No hace tanto, se conducía el coche poniendo en alerta la orientación. Ahora, el GPS se encarga de hacerlo por el conductor. Las calculadoras han sustituido al ejercicio mental. No hay que preocuparse por lo que haga falta en casa porque las neveras última generación se encargan de ello. Actualmente una multinacional que ocupa todos los espectros del mercado, se encargará de elegir la ropa que hay que ponerse para cada ocasión.

Las casas inteligentes se harán cargo de la limpieza y el orden. Las empresas editoriales de la red, ya proveen al usuario de toda la literatura o aspectos de ciencia o arte que más le gusta. No hay que elegir, lo dan por hecho y actúan en consecuencia. Todo está controlado y servido, hasta la conciencia. Ahora es demasiado complejo procesar y traducir. Los satélites captan el domicilio, los fondos de los mares y cada movimiento que se produce en el planeta. 

Si el ser humano pierde la fuerza de sus características y facultades propias por dejar de ejercitarlas (digamos para entendernos, memoria, entendimiento y voluntad), quedará anulado y a merced de los intereses que convengan en cada momento a quienes manejen la batuta. Perdónenme, mis queridos lectores, pero tengo que incidir otra vez en esa literatura profética que expone un devenir poco halagüeño, en la que la persona deja de ser, para convertirse en otra cosa que no echará de menos el pensamiento propio, el deseo de la acción voluntaria, y la lucha por alcanzar la realización de los sueños que pudiera generar su imaginación.

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