Opinión

Votos en vientres de alquiler

La vida se ha devaluado tanto, que a los bebés ya no los trae la cigüeña, ni tampoco nacen debajo de una col, ni por supuesto vienen de París, que aquello era todo un lujazo. Y es que ahora no están los tiempos para alquilar grandes aves mensajeras, ni estropear el cultivo, ni mucho menos dejar la ciudad de la luz para, quién sabe qué encontrarse en la casa de los padres, ahogados por la crisis. Ahora se va a una “fábrica”, ad hoc, amén de idónea, y se dice: quiero una, dos, tres, o cuantas mujeres hagan falta para tener mil hijos.

Siempre se han alquilado las casas, los coches, los trajes de frac, los locales, los abrigos de visón, las habitaciones con derecho a cocina, e incluso los primeros puestos en los balcones para ver en vivo y en directo las ejecuciones más terroríficas. Algo que ilusiona y anima a vivir a muchas personas. Ahora ese negocio se ha ampliado y se alquila no sólo el cuerpo, sino parte de la existencia.

Esto es lo que ha pasado en la clínica llamada Nueva Vida, de Bangkok, que goza de bastante clientela, aprovechándose de la elástica legislación allí existente. Lo que hace de esta clínica y demás “factorías” de Tailandia y la India, una de las “industrias” más pujantes y millonarias con asuntos tan particulares. Como se informa en los medios de comunicación, la oficina de la Interpol en Tailandia ha iniciado una investigación internacional sobre el citado establecimiento, al saberse que niños nacidos con enfermedades varias y síndromes como el de Down, fueron abandonados por quienes los encargaron. Y como estos casos muchos más de los que son víctimas las inocentes criaturas. Bueno, pues un rico y joven japonés, día sí y día también, multiplicaba las peticiones para tener una familia numerosa. Hasta que su ambición se desbocó tanto, que los empleados del establecimiento empezaron a atufarse y alertaron a los responsables de poner coto a tanto afán paternal.

Y ustedes se preguntarán qué es lo que pretendía este joven nipón con semejante y extraño comportamiento. Pues la cosa es sencilla. Al parecer el muchacho tenía en mente contar en el futuro con el voto de su interminable prole y así ganar las elecciones. ¡Hasta donde llega la política! Ya no hay duda sobre el origen de los bebés. Ni col, ni cigüeña, ni París. Ahora a los niños, mis queridos lectores, los traen los interventores.

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