Opinión

La voz es la clave

E s usted de los que se fían de la primera impresión que les causa otra persona? ¿Y cuánto tiempo calcula que le lleva sentirla? ¿Qué le parece que inf luye más

en ella? A ver, recapacite, y piense si acertó en ese primer impacto anímico, o si erró de medio a medio. En cuanto a este tema que tanto se comenta y que todo el mundo expe- rimenta, o al menos así se declara: “La primera impresión es la que cuenta, y nunca me equivoco”, ha sido estudiado en profundidad por los psicólogos de las universidades de Glasgow (Escocia) y Princeton (EE UU). Esta investiga- ción ha dado como resultado que una simple palabra co- mo “hola” basta para que la persona que la escucha saque sus propias conclusiones sobre la personalidad y carácter de quien la pronuncia. Y todo, en menos de un segundo.

Pero no vayan a pensar que tiene que haber trato físico, ni tan siquiera contacto visual. El experimento se llevó a cabo on line con 320 voluntarios que escucharon el “hola” de sesenta y cuatro personas. Así que, según parece, la voz es la clave. O sea, que usted coge el teléfono y de inmediato su mente formula un juicio sobre quién le respondió. El ser humano es tan complejo y el cerebro tan rápido en con- clusiones que, sin que conscientemente sepamos por qué, el comunicante es bien recibido o no, debido simplemente con una palabra tan exigua, pero que para la exquisitez de la mente, es reveladora. Así que ya lo saben.

El oído también recoge motivos de agrado o desagrado sin que medie situación especial alguna. Y todo, repito, en menos de un según segundo. Si recapacitamos en aquello de: ¿por qué me cae mal esta persona, si es amable, inteli- gente y encantadora conmigo? o ¿por qué aquella otra que casi no trato me cae tan bien? Ya puede saber usted que no es totalmente ni por la presencia física, ni por su modo de comportarse, ni porque se sea feo o guapa, que también in- fluye, pero, en este caso concreto, si nos atenemos al estu- dio que nos ocupa, podemos concluir en que la voz desvela una gran parte del misterio que somos para las otras personas. Hay voces aflautadas, aguardentosas, de barítono, de bajo, de tenor, de tiple, de contralto, soprano, mezzosoprano; voces normalitas, agradables, desagradables, chillonas, bruscas, densas, pastosas, pero todas reveladoras para la técnica que transmite, el oído que recoge y la mente que dictamina. 

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