Opinión

Ancianidad y bioética

Parafraseamos hoy el título de la jornada desarrollada el pasado 25 de octubre en la Consellería de Sanidade por la Axencia de Coñecemento en Saúde (ACIS), en colaboración con el Consello de Bioética de Galicia (CBG), respecto al futuro de los cuidados de las personas mayores. Ya nadie discute, en el marco de una sociedad claramente envejecida, el valor de la atención que dispensamos a nuestros ancianos, y el esfuerzo que significa para las administraciones públicas, desde el ámbito social y sanitario, así como para las propias familias. 

Grosso modo, el cuidado de los mayores ha estado representado por dos grandes modelos históricos y geográficos bien definidos y diferenciados. Por una parte, el escandinavo, en el que la responsabilidad fundamental recae en el estado, encargado de dotar presupuestariamente un sistema de cuidados altamente profesionalizado, y el mediterráneo, donde la familia se convierte en pilar básico de la atención de las personas mayores. En este caso, Galicia es un ejemplo paradigmático. 

Con el paso del tiempo, se han desarrollado sistemas más o menos mixtos, como por ejemplo en Francia. La especie humana actual ha podido evolucionar a partir del momento en que nuestros ancestros comenzaron a cuidar a los elementos más frágiles de sus primitivas comunidades. El pasado y el presente lo conocemos. Pero, incluso desde un punto de vista egoísta, ¿cuál será el mañana de nuestra ancianidad? Los expertos vaticinan que a mediados del siglo XXI, España será el país con más ancianos del mundo. Para afrontar esa realidad, ya vamos con retraso. Y para que dicha atención sea posible, resulta fundamental una financiación pública suficiente. 

Indudablemente, la Ley de Dependencia supuso un avance muy importante, pero económicamente infradotado. De ahí su insuficiencia práctica. Hay quien lo define como un brindis al sol. En el futuro, para la provisión de estos servicios asistenciales, los expertos defienden la colaboración pública-privada, pues sería temerario despreciar determinados recursos que trabajan en la procura de tan loable fin. 

Aprendiendo del modelo europeo septentrional, debido a su especial cercanía con los ciudadanos, el ámbito municipal sería el más adecuado para la prestación de los servicios, y allí donde los ayuntamientos no alcanzasen, las diputaciones provinciales podrían ser complementarias. Por supuesto, una estricta fiscalización pública debería ser capaz de garantizar la eficacia del modelo, con prevalencia de los criterios técnicos sobre los políticos, evitando inequidades, injusticias y perversas tentaciones de absurdos localismos. Los cuidados del anciano se llevarán a cabo allí donde mejor puedan prestarse, por supuesto incluyendo el ámbito familiar, con pleno reconocimiento de los cuidadores, tanto a efectos curriculares como económicos, con derecho a subsidio o pensión garantizado, como ocurre con los demás profesionales. La tecnología y la formación continuada serán herramientas fundamentales en el desempeño de estas funciones. Porque como aseguraba Don Santiago Ramón y Cajal, lo más triste de la vejez es carecer de mañana. Y para nosotros ese mañana ya es hoy.

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