Opinión

CRISPR-CAS9

Sostiene Aloysius que si por algo le fastidia morirse será por perderse los avances de la ciencia y la tecnología durante los próximos 100 años. Nuestro inefable compañero estima que podríamos encontrarnos a las puertas de una revolución técnica (la irrupción de los robots en nuestras vidas cotidianas) y de una transformación genética (las terapias regenerativas y la clonación al servicio de la salud humana) que sumadas al desarrollo exponencial de las nuevas tecnologías provocarán un cambio radical en el planeta Tierra. Quedarían por solventar cuestiones tan importantes como eludir la degradación medioambiental, desterrar las desigualdades sociales (fuente inagotable de conflictos armados y religiosos) y descubrir nuevos combustibles que permitan el salto en la conquista de nuestro entorno galáctico más cercano. ¡Lástima de vida caduca (por el momento)!

Con todos los respetos, confieso que cuando nació la oveja clónica Dolly me produjo un impacto emocional equivalente al del advenimiento de la pequeña Louise Brown, el primer bebé probeta, allá por 1978. En mi humilde opinión ambos hitos representaron los prolegómenos de lo que ha de venir respecto a la reproducción de los mamíferos, incluyendo por supuesto a los primates humanos. En la Universidad de Harvard hay prestigiosos científicos trabajando en estas cuestiones. Emplean una novedosa técnica para editar el ADN (la base de la transmisión y la herencia de las instrucciones genéticas) que se llama CRISPR-Cas9. En esa colaboración entre lo público y lo privado que ha catapultado a muchas universidades anglosajonas a los primeros puestos de prestigio (auténticas fábricas de premios Nobel) hay empresas que están empleando tales innovaciones para introducir genes beneficiosos en el genoma de vacas y cerdos, eliminando de paso tantos otros perjudiciales.

Pero, ¿acaso estos avances resultan aplicables a los seres humanos? Estamos inmersos en una intensa polémica ética y moral, de la que no escapan cuestiones tan debatidas en su día como la generalización de las vacunas, las transfusiones de sangre y los trasplantes, la resucitación cardiopulmonar avanzada o el uso de células madre procedentes de embriones. Intentando reducir la cuestión a lo más simple, sin estar todavía preparados nos enfrentamos a cuestiones inherentes a la evolución natural de nuestra especie, enfrentadas a otras tantas nacidas del arduo esfuerzo de la investigación y que ineludiblemente influirán (¡ya lo están haciendo!) en la evolución tecnológica de nosotros los actuales humanos. Todo parece apuntar que el Homo sapiens como especie tiene sus días contados, y que más tarde o más temprano seremos sustituidos en estos pagos por otros humanos esencialmente parecidos a nosotros, pero con determinadas capacidades adicionales indudablemente aportadas por la ingeniería genética, la tecnología robótica y la inteligencia artificial. Otra historia es conocer quiénes serán tales privilegiados.

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