Opinión

Oído cocina

Al aproximarse las fiestas navideñas, el mundo que conocemos comienza de nuevo a dividirse en dos bandos: el de los partidarios, entusiasmados y emocionados con lo que estas fechas fomentan lo tradicional, la concordia, la alegría, la ilusión y la fraternidad, y el de los detractores, reticentes y recelosos ante la despiadada comercialización de las emociones, la promoción del derroche y los excesos gastronómicos inseparables de tanta festividad, antaño tal vez más religiosa y espiritual, hoy laica, consumista y popular.
Sobre la avalancha de tragantonas, y poniendo de nuevo la venda antes que la herida, sostiene el astuto Aloysius que somos lo que comemos, pero también lo que dejamos de comer. Una página web que difunde contenidos sanitarios acaba de publicar una lista de alimentos que resultan beneficiosos para el funcionamiento cerebral.

La cosa parece sencilla, pues para que nuestras neuronas funcionen apenas necesitan glucosa, mejor si procede de carbohidratos de absorción rápida, y oxígeno, proporcionado por los aparatos respiratorio y cardiovascular. Añádanse a esta demanda vitaminas del grupo B, minerales esenciales como sodio, potasio, magnesio, y ácidos grasos insaturados que nuestro cuerpo no es capaz de sintetizar. Verduras, frutas, legumbres, cereales, frutos secos, aceite de oliva y pescados son ricos en estos nutrientes y abundan en los mercados a precios normalmente asequibles.

Por el contrario, deberíamos desterrar de nuestras mesas el exceso de azúcar, grasas y sal, así como los alimentos que no sean frescos y aquellos saturados con conservantes, colorantes y saborizantes artificiales.

Coincidirán las fiestas con la bajada invernal de las temperaturas, una circunstancia que disminuye las defensas de nuestro organismo que favorece catarros y gripes. Los expertos nutricionistas recomiendan de nuevo nutrirse con alimentos ricos en vitaminas: cítricos, fresas, kiwis, pimientos, tomates, coliflor o calabazas, que contienen vitamina C, lácteos, huevos y frutas como las cerezas o el melón, que aportan vitamina A para reforzar las defensas inmunitarias, sin olvidarnos de las vitaminas del grupo B y la vitamina E.

Una vez más, los frutos secos y las legumbres pueden enriquecer nuestra dieta con energía y hierro, un mineral cuyo déficit provoca anemia, cansancio y fatiga.
Pero no todos los beneficios se reducen a lo que debería entrar por nuestras bocas. Tan esenciales como una alimentación sana resultan la práctica responsable de ejercicio físico  y un adecuado tiempo dedicado al sueño y al descanso. Y me quedo con la recomendación del gran Italo Calvino, pues en el amor, como en la gula, el placer resulta una cuestión de máxima precisión.

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