Opinión

Primates hermanos

Adía de hoy hay quien reniega de la teoría de la evolución de Charles Darwin. Y en el caso de los primates, que es el que nos compete, todavía más. Basándose en creencias fundamentalistas que interpretan escritos religiosos al pie de la letra, como el Libro del Génesis, la presencia del ser humano en este planeta se desvincula de una cadena evolutiva iniciada hace millones de años, desde las formas más sencillas y primitivas de la vida. Hace 2.5 millones de años, los primeros humanos abandonaron los bosques tropicales para intentar sobrevivir en territorios menos arbolados.

Los primates actuales, que habitan en un medio arborícola, nacen con unas habilidades psicomotrices muy desarrolladas, bastante mayores que las de nuestros indefensos bebés humanos, y que desde los primeros días de su existencia les permiten aferrase al pelaje materno para no caerse mientras se desplazan de rama en rama.

Razones tan sencillas como ésta explican por qué la mayor parte de los simios no continuaron diferenciándose en primates humanos. Porque hay quien confunde evolución con progreso, cuando en realidad el proceso de selección natural de las especies realmente se debe al azar, una sucesión de cambios basados en pruebas y errores. Por eso, los chimpancés (Pan troglodytes) o los bonobos (Pan paniscus) han evolucionado hasta adaptarse exitosamente a las condiciones de su hábitat natural, bien distinto por cierto del de los humanos.

El chimpancé es nuestro pariente más próximo, nuestro hermano, pero no nuestro antepasado. Desde el punto de vista genético, humanos y chimpancés se encuentran más estrechamente emparentados que chimpancés y gorilas, por ejemplo. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que Tarzán y la mona Chita, eran primates hermanos, mientras que la evolución habría reservado para los gorilas el papel de nuestros primos hermanos.
En el año 2001 se identificó el gen FOXP2, el más estudiado por su relación con la capacidad humana del lenguaje. Hasta el día de hoy es el único implicado en el habla. Presente en todos los vertebrados, apenas ha sufrido cambios en el devenir evolutivo. Si comparamos la proteína codificada por este gen en ratones y chimpancés, tan solo existe un aminoácido de diferencia, contando que estos pequeños roedores surgieron en este planeta 75 millones de años antes que los grandes simios.

Respecto al chimpancé, la proteína humana codificada por el FOXP2 se diferencia en apenas dos aminoácidos, suficientes como para moldear nuestros cerebros adaptándolos a la adquisición del lenguaje, así como para el desarrollo de las estructuras anatómicas que posibilitan nuestra capacidad para hablar.


En febrero de 2015, un grupo de científicos descubrió otro gen fundamental, el ARHGAP11B, que incrementa espectacularmente las neuronas en el neocórtex cerebral, emplazamiento fundamental para los procesos de pensamiento, lenguaje y percepción. Se trata de un gen exclusivamente humano, ausente en los chimpancés, pero presente en los humanos contemporáneos, en los neardentales y en el homínido de Denisova, decisivo para la expansión masiva de nuestro cerebro. Primos primates, primates humanos.

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