Opinión

Sobre el aceite de palma

Uno de estos días, el melómano Aloysius me obsequió con un florilegio de versiones del famoso tema “Palmero sube a la palma”, repleto de tonadas tan hermosas y dispares como aquella de Los Sabandeños, que muchos veranos escuché hasta la saciedad a la sombra del Drago Milenario en Icod de los Vinos, el “Son del Palmero” del Mariachi Vargas de Tecalitlan, la interpretación a ritmo de cueca de la divina Violeta Parra o la marinera limeña que cantaron Los Morocuchos y que más tarde popularizó María Dolores Pradera con sus ritmos peruanos. 

No es la primera vez que nos admiramos de esos sorprendentes circuitos neuronales que conectan en nuestro cerebro sonidos con imágenes, olores y sabores. Escuchar esas canciones trajo a mi memoria la dramática llamada de auxilio de una macilenta orangutana de Borneo que intentaba entregar su famélica cría a unos humanos para que salvasen su vida. Y es que el aceite de palma que forma parte de las grasas vegetales que consumimos diariamente en infinidad de productos se obtiene a partir de las palmas aceiteras. El cultivo intensivo de estas plantas está provocando en Indonesia y en Malasia (productores del 85% del aceite de palma mundial) la deforestación de la selva tropical, hogar de los orangutanes al borde la extinción, asesinados y despojados de sus crías con las que posteriormente trafican los cazadores furtivos. 

Estas reflexiones coinciden con la reciente polémica desatada en los medios de comunicación respecto a las maldades del ácido palmítico, el ácido graso saturado más abundante en nuestra dieta, presente en las carnes (vacuno, cordero, pollo, cerdo), en diferentes derivados lácteos (mantequilla, queso, nata) y en aceites vegetales como el aceite de coco y de palma. Un litro de aceite de palma cuesta la décima parte que un litro de aceite de oliva. Entonces no resulta difícil entender que los beneficios económicos aportados a la industria alimentaria lo hacen irresistiblemente atractivo. 

El aceite de palma no solo penetra en nuestro organismo a través de la boca, sino que también se encuentra presente en cosméticos (cremas para el cutis) y productos de higiene personal (champús y suavizantes para el cabello), biocombustibles, artículos para la limpieza del hogar, velas y untuosos pintalabios. Ahora bien, diversas investigaciones han asociado el consumo de ácido palmítico con el cáncer y la aterosclerosis, peligros para nuestra salud que han hecho saltar todas las alarmas. 

Una vez más, como viene ocurriendo con el hábito tabáquico desde hace años, los gobiernos volverán a sopesar riesgos y beneficios con esa balanza hipotética donde en un plato se computan los réditos generados al comercializar un determinado producto y en el contrario el gasto sanitario de las enfermedades que provoca. Y como ocurre en el caso de las bebidas edulcoradas, donde el exceso de azúcar en los refrescos es tan perjudicial como en las galletas, recordemos que la maldad del palmítico de las pizzas industriales es idéntica a la de este mismo ácido en la carne de pollo. Palmero, sube a la palma, pero no resbales con su aceite, porque te la puedes pegar.

Te puede interesar