Opinión

Terapia musical

En la sala de endoscopias de un moderno hospital, mientras preparan al paciente para una exploración, la auxiliar se encarga de encender un minúsculo aparato conectado a los altavoces de la sala. Y la música comienza a sonar. Sobre el suelo terroso de la aldea, en el interior de una tienda de ramas entrelazadas, una pequeña permanece inmóvil mientras el chamán agita sobre su cabeza un sonajero fabricado con una pequeña calabaza. En el umbral, sentado sobre una raída alfombrilla, un joven golpea su tambor con un palo. Varios siglos separan ambas escenas. O quizás no, tal vez sean en este caso muchos kilómetros la medida de dispersión. O acaso apenas un centenar de ellos indicando la distancia entre un flamante hospital de la metrópoli y el mísero poblado que a duras penas sobrevive en el rural periférico. 1500 años antes de Cristo, los antiguos egipcios entendían que las melodías podían dulcificar penas y dolores, reconfortando el espíritu. Comprobado está que la música modifica nuestros ritmos cardíaco y respiratorio, mediante neurotransmisores relacionados con las áreas cerebrales del placer.

En los templos dedicados a Asclepio (Grecia) o Esculapio (Roma), serpientes no venenosas se arrastraban entre los lechos de los enfermos y heridos. Los sacerdotes prescribían tratamientos según los sueños de los pacientes y la música y la danza desempeñaban además una importante utilidad terapéutica. No en vano Pitágoras, Platón y Aristóteles establecieron los fundamentos de la musicoterapia. Pero no vamos a referirnos a la disciplina que constituye uno de los pilares de la Terapéutica artística y que mediante su práctica intenta recuperar a los enfermos, sino a la novedosa propuesta de incorporarla sistemáticamente en nuestras clínicas, integrando un proceso que cada día despierta un mayor interés en nuestra sociedad: la humanización hospitalaria.

El Hospital Universitario 12 de Octubre y la ONG Música en Vena están colaborando en un singular estudio con el aval del Comité Ético de Investigación Científica de dicho centro sanitario. Este programa ha sido bautizado como Músicos Internos Residentes. Intenta valorar los beneficios de la música en la reducción de la ansiedad, el control de la frecuencia cardíaca de los ingresados en unidades de cuidados intensivos, la percepción del dolor crónico en las patologías del suelo pélvico y la relajación materna al amantar a sus bebés. En esta investigación no se emplea música enlatada, sino ejecutada en directo por artistas. Hace ya unos años, el Doctor Ruza constató en Hospital de La Paz los beneficios de la música en los recién nacidos. Me pregunta intrigado Aloysius: ¿y sirve cualquier música? Por el momento, los expertos apuestan más por el barroco clásico que por el heavy metal, aunque lo verdaderamente importante son los gustos de cada persona. Si me permiten escoger, me pido el preludio “Gota de Lluvia” de Chopin o el “Us and Them” de Pink Floyd. ¿Y ustedes?

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