Opinión

El arte de la guerra

Apesar de haber sido escrito entre el 722-481 a.C. por el militar y filósofo chino Sun Tzu, este libro de tácticas militares conocido también por el nombre de su autor, sigue de plena actualidad. Utilizado lo mismo por estrategas que en el campo económico y empresarial, su uso puede llevarse al ámbito más doméstico. El saber que destila es un pozo insondable de conocimiento que no le sobra a nadie. Sobre todo si tenemos en cuenta que, aunque parezca una paradoja, lo mismo que entre los mayores ecologistas se encuentran los cazadores, es entre los militares donde se hallan a los más fervientes pacifistas, conscientes como son de las consecuencias de cualquier conflagración.

Pero si hay un ámbito en el que indudablemente el Sun Tzu es esencial, es en el bélico. De sus hojas puede extraerse aforismo tajantes como que la mejor guerra es la que no se inicia. Esto se hace aún más patente a la luz de los conocimientos actuales, que distan de la visión aparente. Los conflictos actuales no se ganan con muertos. Es necesario contabilizar entre las bajas el mayor número posible de heridos, ya que los fallecidos no suponen un coste, a diferencia de los lastimados, siendo necesario internarlos en centros hospitalarios, darles atención médica, farmacológica, con toda probabilidad rehabilitación, todo cuanto exige un gasto que merma las arcas de cualquier país, reduciendo su presupuesto militar, su capacidad para comprar armamento, y por extensión, sostener un ejército. La consecuencia es que la contienda se termina antes por nocaut, al agotar el enemigo en lugar de derribarlo.

En paralelismo, podemos imaginarnos las pérdidas que para cualquier nación supone una huelga general. Si a nivel doméstico repercute en los bolsillos de cada ciudadano, las pérdidas para el estado son aún mayores. Ese fue quizá el planteamiento de los yihadistas al utilizar contra Bruselas el arma más letal, el miedo. Sin necesidad de pegar ni un sólo disparo, los terroristas han conseguido paralizar a los flamencos, lo que supone no sólo unas pérdidas astronómicas, sino que la psicosis provocada por el temor ha causado un daño incuantificable.

Por supuesto que a nadie le apetece morir mañana, pero haciendo un análisis objetivo, la capacidad de destrucción de los fundamentalistas en Europa es bastante limitada. A pesar de la magnitud de sus actos, en proporción a la población total del país, sólo consiguen atacar en zonas muy delimitadas. Por supuesto todas las víctimas suponen un pérdida irreparable pero, trasladado el problema desde París que sí cuenta caídos, en Bélgica, sin ninguna víctima, la estrategia del miedo ha conseguido convertir en rehenes a sus más de once millones de habitantes.

Lo grave es que la estratagema se contagia de manera alarmante a otras naciones, llamando incluso a la puerta de España, que por ser puente de entrada a Europa, incita ya a muchos de nuestros políticos por empujarnos a la línea de fuego. Por duro que sea convivir con el peligro, hemos de acostumbrarnos antes de que se cree una paranoia que incline la victoria a favor de los violentos, y actuar pacificando la zona con todas las herramientas disponibles, porque como reza el dicho belga, por un clavo se pierde la herradura, por la herradura el caballo y por el caballo el caballero.

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