Opinión

Y aún habrá quien dispare

La reciente sentencia condenatoria de un año de prisión —que no cumplirá— a la reincidente tuitera Cassandra Vera por mofarse del atentado contra Carrero Blanco, ha dividido a algunos sectores de la opinión pública que no aceptan o entienden el dictamen judicial, planteando que el castigo es desproporcionado para la falta cometida, sin percatarse de que es un simple argumento esgrimido por unos cuantos para manipular la realidad enfrentando a los ciudadanos.

Aunque al parecer no está muy de moda entre todos utilizar el cerebro conviene, antes de valorar la sentencia, entender el delito: burlarse de la víctima de un asesinato es, en cualquier sociedad civilizada, una barbaridad se mire como se mire con independencia de quién sea el interfecto, sin importar si el ataque se fue perpetrado hace un mes o cuatro décadas cuando de terrorismo se trata. El verdadero error parte en este caso de identificar al finado almirante Carrero Blanco como presidente del gobierno franquista, como si ese motivo, cargo y momento histórico no sólo justificase la acción de ETA sino también cualquier posterior escarnio, olvidando que dejó deudos que pueden sentirse tan de heridos como cualquier familiar de otra víctima de terrorismo, pasada o presente.

No corresponde a la ciudadanía, ni siquiera a los jueces, ejecutar una venganza contra el pasado. La historia fue como fue. Para evitar encontronazos u otros crispamientos, caminando por la senda de la reconciliación nacional, los españoles se otorgaron en 1977 la Ley de Amnistía, norma que enfangó el más nefasto presidente de la democracia, Rodríguez Zapatero, político pusilánime donde los haya, incapaz de aportar al país otra cosa que cuentos de la lechera como su Alianza de Civilizaciones que, fiel reflejo de sus mandatos quedaron en papel mojado, además de una Ley de la Memoria Histórica que cuando todos viv ían en paz, lejos de facilitar la convivencia pacífica entre los ciudadanos, sólo ha servido para que algún político avezado le saque rendimiento aprovechando la ganancia de pescadores a río revuelto.

Hay sectores en la política nacional, como la carga de IU saturando la red con los mismos tuits de la juzgada Cassandra Vera, que en lugar de condenar el terrorismo señalan a la víctima, estableciendo muertos de diferente categoría que llegan a justificar la ejecución de algunas, olvidando que disculpar el atentado contra Carrero Blanco es hacer tabla rasa con los de Munich en 1972, los de Carlos el Chacal en París, el asesinato de Segundo Marey o los del 11 M en Madrid.

No hay víctimas más inocentes o menos meritorias que otras, ¿o acaso es más importante la primera víctima de eta, la bebé de 22 meses Begoña Urroz, abrasada en Guipúzcoa con una bomba incendiaria en 1960, que el concejal Miguel Ángel Blanco, tiroteado en Ermua en un descampado el 12 de julio de 1997 para morir en la madrugada del 13 a los 29 años? Excusar unos asesinatos frente a otros nos sitúa en el criminal punto sin retorno de una sociedad que ajusticia a la carta y, para evitar tamaña barbarie, en España se abolió la pena de muerte. No selpuede argumentar que castigar la ofensa viole la libertad de expresión.

En el asunto que nos ocupa conviene valorar la capacidad de difusión de las redes sociales: dista diametralmente de charlar en la barra del bar. Como prueba la propagación de la sentencia. Ante la acusación de Cassandra Vera de que los jueces le han arruinado la vida cabe matizar la aplicación de la ley —conjunto de normas que permiten la convivencia pacífica—. Nadie la obligó a colgar sus comentarios en ningún muro pudiendo hacer reír al respetable con chistes de Jaimito. Pero en su lugar optó por hacer gracias con temas contemplados como delito, dimanando la acción de su entera voluntad. Denjando al margen si su intención fue o no la de zaherir a alguien sin calcular el alcance de sus manifestaciones, lo cierto es que ningún magistrado la privó de nada: ella se hizo acreedora de antecedentes penales y renunció a una beca al vulnerar la ley, porque la responsabilidad sólo puede nacer de una libertad de la que jamás nadie la privó. 

Te puede interesar