Opinión

La bola de cristal

Si en el Instituto Nacional de Meteorología están que trinan con los vaticinios climáticos de Rajoy, la asociación gremial de Paco Porras y otros por el estilo se encuentran ante la disyuntiva de denunciarlo por intrusismo, tras plantarse ante el respetable al más puro estilo de la Bruja Lola, dilucidando si ponerle un par de velas negras al dios de la lluvia para conseguir que el agua caiga como lluvia de mayo, confiando a un aguacero la bajada de la factura eléctrica. Mariano parece no haber aprendido de la vicisitud de Felipe II al perder la Armada Invencible a manos de tormentosa atmósfera, haciendo igual que él aguas por culpa de los elementos.

No mucho mejor saltó a la palestra el ministro Nadal quien, sacándose de la manga la bola de cristal, vino a reventar la esperanza de un recibo asumible para el común de los mortales, invocando el enfermizo mantra de que la culpa la tiene el anterior Gobierno, obviando que idéntico argumento  sostuvo Zapatero en alusión a la aventura de Aznar con las eléctricas. Total que al final ya escampaba y llovieron guijarros, pese a que ambos se parecen lo que un huevo a una castaña.

Lo curioso es la tesis argüida por el Ejecutivo como justificación para alimentar el drama de la facturación, aseverando el coste ascendente de la producción de la luz por culpa de que Francia hambrienta nos come la energía, o que careciendo de viento para los aerogeneradores y lluvia para las turbinas, se encarece el recibo por ser ambas las fuentes más económicas.

Mentira, mentirijilla: el sol sale todos los días. No sólo Alemania, que tiene menos horas de luz diurna, hasta Portugal nos lleva ventaja en esto, activando su país por días seguidos exclusivamente con renovables. Pero en España se demonizaron hasta resultar la hidráulica más barata, sin evaluar cuánto tardará Iberdrola en amortizar a costa de los parroquianos la última turbina instalada en la Confederación Miño-Sil, en el embalse de San  Esteban, que a decir de los papeles es propiedad de la eléctrica pese a que en los ciudadanos descanse el convencimiento, no sólo de que el río era suyo, sino además es un bien nacional inenajenable. ¡Pues no!

Claro que para crear la infraestructura fotovoltaica hubo que subvencionarla, práctica harto menos enojosa que el espolio de las eléctricas para erigir pantanos e instalar tendidos ya desde la dictadura. O quizá el encarecimiento se deba a la cantidad de ex ministros que transitan a consejero de las compañías energéticas. ¡Pues habrá que evitar que los políticos recalen en ellas!

Cuesta entender por qué Felipe González cobra como ex presidente 80.000 euros vitalicios con cargo de los presupuestos generales del Estado, embolsándose por encima 126.000 más de Endesa y Gas Natural por dejarse ver un par de veces al año por el Consejo, sacando la conclusión de que es un lumbrera que en cuatro horas arregla todo un ejercicio empresarial o que está de sobra, costando a todos los parroquianos bastante más que un cojón de mico. Y como el Señor de los Bonsáis otros tantos tal de lo mismo, como Aznar con sus 200.000 anuales procedentes de la misma chispa. Si el sector energético y las telecomunicaciones son considerados estratégicos por el Gobierno, que sean tuteladas por funcionarios de una sección específica de la Administración, pero lo inaceptable es que estas industrias se conviertan en paraísos para el retiro dorado de políticos cesados, a costa de la factua de la luz de las familias.

Parecen que los altos cargos olvidan que cobran jugosos sueldos y prebendas para solucionar los problemas de los españoles y no para hundirlos en la miseria esperando a que se arreglen solos. Para sacar en procesión al santo patrono o a las once mil vírgenes haciendo rogativas para que llueva ya está el párroco. Vaya teatro que se han montado Rajoy y Nadal para que las eléctricas sigan chupando de la canoa, porque como dijo el empresario y político estadounidense Mitt Romney, el liderazgo trata de tomar responsabilidad, no de ponerse excusas.

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