Opinión

Civilización como concepto

Finalmente y por mayoría, los grupos del Congreso se han opuesto a la prisión permanente revisable, aun bajo la presión de la mirada de los familiares de algún damnificado por asesinato. Sin duda una situación aciaga la de Juan Carlos Quer, Cortés o del Castillo  ,pero está claro que una decisión de semejante calado no puede tomarse de manera objetiva en tales circunstancias. 

No es una cuestión de partidismos ni ideologías sino de legalidad democrática. Esta es la Constitución que en 1978 votaron todos los españoles. Siempre hay cosas de esa Carta Magna que a unos les gusta y a otros no, pero es la que hay. Art. 25.2 Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la re-educación y reinserción social (...). El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los derechos fundamentales de este Capítulo, etc., etc. Esto significa que para aprobar la prisión permanente revisable hay que modificar la Constitución al no poder entrar en vigor ninguna ley que vulnere la Norma Fundamental del Estado, lo que explica que en su momento el grupo parlamentario del PSOE la recurriera ante el Tribunal Constitucional.

El argumentario de quienes apoyan su implantación sostienen que una legislación tan dura evitaría nuevos delitos, pero lo cierto es que su aplicación apenas alcanzaría para sortear parcialmente la reincidencia, sin que en ningún caso previniera nuevos crímenes. La muestra se hace patente en países como Estados Unidos donde la cadena perpetua y pena de muerte no ha evitado que, tras los 17.250 asesinatos de 2016, en 2017 la cifra de homicidios se incrementase en un 8.6%, indicador indiscutible de que la propuesta coercitiva no funciona. 

Por supuesto existen otros modelos: en una sola década Holanda pasó de tener los índices de encarcelamiento más altos a uno de las más bajas de Europa  evitando la entrada de traficantes en el país y, sobre todo, desarrollando un sistema penitenciario para rehabilitar. Así de sencillo, y no sólo ha funcionado al 100% sino que es el que se ha revelado como más eficaz a la hora de combatir y prevenir la delincuencia, que es lo que se persigue, a sabiendas de que a las moscas se las caza más fácilmente con miel que a cañonazos.

De lo que se trata es de alcanzar una sociedad más segura para todos, y el método que ha demostrado ser más eficaz, en beneficio de la mayoría, es el que busca la reinserción. El paradigma holandés lo demuestra. Si lo que se busca es una venganza social está claro que el sistema de reinserción no funcionará, pero a cambio tampoco se obtendrá una sociedad más segura. Se puede escoger el sistema, pero lo que no se puede evitar es asumir las consecuencias del que se escoja. España es el noveno país del mundo con menor tasa de asesinatos, apenas 292 al año para 47.000.000 de habitantes sin que exista la prisión permanente revisable, lo que demuestra que no es necesaria ni sirve para nada. Según fuentes del Ministerio del Interior, la reincidencia bajó en España de 144,0 a 129,7, la tasa de criminalidad del 52,2 al 46,1 y la de encarcelamiento de 140,8 a 129,7. Los datos hablan por sí solos, más aún considerando que lejos de porcentuales son estadísticos y todo ello merced a una política penitenciaria rehabilitadora.

Quienes alimentan con tanta pasión la prisión permanente deberían leer la ley a fondo: un asesino múltiple condenado a tres penas de 30 años cada una a quien se le aplique la doctrina Parrot, no podrá pedir su excarcelación hasta cumplir 68 años de condena, mientras que con la prisión permanente revisable podrá elevar anualmente la petición apenas a los 22 años, motivo por el que el parricida de Moraña ya ha suplicado su aplicación con carácter retroactivo. El grotesco engendro de cadena perpetua no supone ningún avance social ni penitenciario, aunque invoque la sed de baños de sangre de quienes, debiendo centrar su atención en cuestiones como mejorar las pensiones, entretienen a los incautos con cuestiones que no mejoran en nada su quehacer cotidiano. En cualquier caso la democracia permite decidir, pero cada elección nos define: civilización o barbarie.

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