Opinión

Cuando el delito compensa

A estas alturas del partido, sobre la corrupción del PP se podría escribir una enciclopedia temática con índice de biografías. ¿Cómo es posible que siendo vicepresidente con Aznar, Rajoy desconociese la corrupción cuando nada más tomar posesión como Presidente, lo primero que hizo fue echar fuera a Correa? ¿No le gustaba su corte de pelo, sus zapatos de chupamelapunta y el resultado de su crecepelo, o lo mandó a tocar los güevos a otro lado simplemente por haberle abandonado el desodorante?  Decía Shakespeare por boca del honesto príncipe Hamlet que algo olía a podrido en Dinamarca. Queda claro que al insigne dramaturgo inglés le hubiera bastado mudar de ubicación para comprobar que el tufo que tiraba de espaldas procedía de Génova.

No tardó ni un suspiro en salir a la palestra Hernando con su risa floja y una retranca gratuita para afirmar que, ante la posibilidad de recurrir la sentencia, el PP está inmaculado cual recién nacido. En mala hora obvió el pecado original heredado de la época Aznar, que hace preguntarse por qué la Audiencia Nacional impone una pena de casi un cuarto de millón a la formación de la gaviota por beneficiarse de la Gürtel, sin hacer responsable a ningún presidente del partido ni explicar la proporcionalidad entre tan exigua multa frente a la burrada de millones que circularon por la sede popular.

Pero si todo esto resulta ya de por sí sangrante, lo que de verdad va a producir dolor en el ciudadano por la fricción que resulta en el ojete cuando se introduce doblada, es el resultado penal de los condenados, favorecidos con la doctrina Gallardón —seguramente viéndolas venir y a beneficio de los bailaores del cotarro—, merced a la sesión de bricolaje con la que el ex ministro maquilló el artículo 80 del código penal, que reduce los 51 años de Correa, los 37 de Crespo y los 33 de Bárcenas a la expresión mínima, dejando a los demás gozar de la brisa marina cuando calienta el sol allí en la playa.

Porque si a Rajoy como actual capo de tuti i capi pasa de dimitir, tampoco acaba en el caldero —por ser entonces el máximo responsable del garito— su predecesor Jose Maria Aznar, quedando el negocio de las penas y las multas en agua de borrajas, y todo porque el mentado articulito 80 de las narices contempla la posibilidad de suspender el ingreso en prisión condicionándolo a la reparación del daño conforme a sus posibilidades físicas y económicas, aún cuando estas últimas se traduzcan en plena insolvencia.

En este punto conviene al lector tener una tila a mano para que el cómputo no se le atragante, porque si difícil es cuantificar el total del daño causado, fácil es valorar el saldo a pagar. Sacando tajada a la doctrina Ruiz Gallardón de cumplir el múltiplo de tres de la condena mayor de los 51 años, a Francisco Correa, igual que a Pablo Crespo, les queda en una rebaja total de 15 años que, sumando la prisión preventiva y colaboración, para el año se pasean por Madrid.

Considerando que estos son los de la máxima sentencia, aproveche el respetable para ver en lo que quedan las rebajas de primavera: Bárcenas en 18 años,  Jesús Sepúlveda en 14. José Luis Peñas menos de 5 años. Antonio Villaverde 8 años. A Rosalía Iglesias los 15 le quedarían en 6 y a  Jesús Merino en 4 añitos escasos. Y los afortunados en el sorteo, qui ni siquiera van a pasar ni un día por el caldero, Pedro Rodríguez 2 años. Alfonso García Pozuelo, Pablo Gallo, Ángel Sanchís padre e hijo, un año cada uno respectivamente.  Roberto Fernández Rodríguez 11 meses, Jesús Calvo 6 y Jacobo Gordón 5. Con la Regla Gallardón en la mano queda por ver si los nueve últimos, junto Alicia Mínguez, José Javier Nombela, llegarán a pasar por la trena. Por si no se entiende convine parafrasear la mítica Legend del novelista inglés Jonh Pearson: los políticos y los criminales tienen mucho en común. Ambos son egoístas, se aburren con facilidad y tienen acceso a un montón de dinero que consiguen sin trabajar. Y lo más importante, no les interesa ni las normas burguesas ni la moralidad. Ponedlo todo en una ruleta y encontrareis la receta del éxito.

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